Año XI Número 41 Santiago Chile 2000
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Notas sobre la Historia en Canto General
Hernán Ramírez Necochea (*)

Hernán Ramírez Necochea escribió este artículo poco antes de su muerte. En ese tiempo iniciaba yo una investigación sobre "Canto General" de Pablo Neruda, dirigida a un Doctorado de Estado en Francia, y solicité a Hernán Ramírez su asesoría para los aspectos históricos de esta obra poética. Para gran sorpresa mía, me enteré así que entonces, año 1979, no había ninguna bibliografía sobre la época de la guerra fría en Chile, y que con respecto a otros momentos del pasado de América y en especial de Chile, "Canto General" era una obra precursora. Así cuando se me pidió que dirigiera una publicación de estudios sobre la obra de Pablo Neruda, solicité a Hernán Ramírez que junto a otros autores, escribiera un artículo en el cual explicara su punto de vista de historiador sobre esta obra. Su lamentable fallecimiento ocurrió poco después de la conclusión de este texto. Desgraciadamente, por veleidades del editor, este proyecto no llegó a concretarse y el artículo de Hernán Ramírez se publica por primera vez en este número de la revista Cuadernos de la Fundación Pablo Neruda. Es al mencionado proyecto editorial al que Hernán Ramírez se refiere en el texto, al hacer alusión, entre otras referencias, a un artículo de Julio Le Riverend, historiador cubano, a la sazón Embajador de su país ante la UNESCO.

Eugenia Neves


Grabado
"Batalla de las Cangrejas"
según Francisco Núñez de Pineda y Bascuñan

Hace ya muchos años, allá por 1943, tuve la oca- sión de hablar por primera vez con Pablo Neruda. Cuando supo de mi dedicación a la Historia, me expresó que siempre mi especialidad lo había atraído. Incluso me parece que dijo, aunque de ello no estoy absolutamente seguro, que cuando llegó a Santiago desde Temuco, había tenido la intención de estudiarla en el viejo Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Pero, agregó con la sonrisa algo oriental de quien guarda un secreto, "sigo tentado por tu musa y a ella destino un poco de mi tiempo". Luego me hizo preguntas, un poco deshilvanadas, sobre aspectos de la Historia de Chile y de América, me habló de libros, de autores y de temas que le interesaban. También recordó a entrañables amigos suyos -Luis Enrique Délano y Gerardo Seguel- que estaban haciendo fructuosas incursiones por los dominios de la Historia y se refirió en particular a Balmaceda, político romántico, biografía novelada que Délano había publicado en 1937; creo, si la memoria no me engaña, que también dijo algo sobre Don Diego Portales, novela biográfica de Magdalena Petit publicada ese mismo año.

Toda esta conversación fue breve, realizada en una sobremesa en Nueva York y en la que había unas ocho o diez personas, Delia del Carril entre ellas. A decir verdad, ese intercambio de ideas sólo me impresionó en cuanto demostraba la natural curiosidad de un hombre como Neruda. Muy lejos estuve entonces de sospechar que junto a su esencial vocación literaria, en el espíritu de Neruda estuviera tomando cuerpo también cierta vocación por la Historia.

Transcurrió algún tiempo y un día de 1952 o de 1953, el Canto General llegó a mis manos. Lo leí de inmediato y, lleno de asombro, constaté que tenía a la vista una Historia de América hecha poema. Porque en verdad, como tantas veces se ha dicho, el Canto General es un macizo poema épico que contiene un relato y una interpretación del acontecer en América desde antes que ésta fuera América. Por algo, en uno de sus primeros versos, Neruda escribió:

"Yo estoy aquí para contar la historia".

Si el Canto General es Historia -que lo es, ciertamente-, surge una cantidad de interrogantes que reclaman respuesta y que deben abrir camino a nuevos estudios para comprender cabalmente a Neruda y a su obra. Sólo a manera de presentación inicial del problema -que en algunos aspectos ya ha merecido la atención de Charles Marcilly con su excelente trabajo sobre L'univers précolombien de Neruda- entrego estas notas preliminares, tratando de situarme tanto como sea posible en la perspectiva del poeta.

¿Cómo y cuándo surgió en Neruda el propósito de escribir el Canto General, que representa un vuelco tan prodigioso como inesperado en la obra que hasta entonces creaba y que, además, muestra la faceta de historiador que en él subyacía? Julio Le Riverend, en el magnífico ensayo que se publica en este volumen, explica en gran medida las vigorosas e insoslayables motivaciones que llevaron a Neruda a ser el poeta épico mayor de América latina. Pero, hay también otros elementos de juicio que considerar.

Después de haber sido testigo consciente del dramático acontecer que tuvo lugar entre el término de la primera guerra mundial y la guerra civil española, Neruda asumió una actitud militante, es decir, se decidió por una posición, se situó en una barricada. Y en este proceso que no es fácil, desde que importa lucha ideológica librada al interior de uno mismo, en la intimidad solitaria de la propia conciencia y que produce hondas desgarraduras, Neruda contó con el apoyo fraterno de quienes lo rodeaban más próximamente -Delia del Carril, Luis Enrique Délano, Gerardo Seguel, Rubén Azócar, Angel Cruchaga Santa María, Juvencio Valle, etc.- y, tambien, con el de tantos otros de sus compañeros artistas -aunque no exclusivamente poetas- que en diversas latitudes de América y de Europa habían sentido el imperioso deber moral de conferir a sus creaciones el carácter o la orientación que los nuevos y convulsionados tiempos requerían.

 
 

 

Cuando yo escribía versos de amor, que me brotaban
por todas partes, y me moría de tristeza,
errante, abandonado, royendo el alfabeto,
me decían: "Qué grande eres, oh Teócrito".
Yo no soy Teócrito: tomé la vida,
me puse frente a ella, la besé hasta vencerla
y luego me fui por los callejones de las minas
a ver cómo vivían otros hombres.
Y cuando salí con las manos teñidas de basura y dolores,
las levanté mostrándolas en las cuerdas de oro,
y dije: "Yo no comparto el crimen".

 
     

América en la encrucijada

En el primer tiempo de Neruda adulto, esto es, en el cuarto de siglo que media aproximadamente entre 1920 y 1950, América latina se agita en medio de una trascendental encrucijada histórica. Junto a emergentes manifestaciones de industrialización -relativamente rápidas en algunas regiones- sobreviven importantes residuos -anacrónicos, deteriorados y ya impotentes- de estructuras, especialmente agrarias, generadas en los lejanos tiempos coloniales. Las sociedades conocen transiciones incompletas, padecen el retraso y el subdesarrollo, están sumidas en crisis que se eternizan y que se tornan periódicamente más agudas y devastadoras en sus efectos, y presentan profundas desigualdades de clase. En ellas funcionan modalidades de explotación, intensa y despiadada, de grandes masas populares que viven hundidas en medio de penurias sociales inenarrables, de graves escaseces de alimento, de vivienda, de cultura y de tantas otras cosas primordiales.

Sobrepuestas a esas estructuras, descansando en ellas, pero a la vez concediéndoles un aliento vital para su simple subsistencia, el imperialismo norteamericano -que ve en el conjunto de los países latinoamericanos un preciado y útil "patio trasero"- consolida e incrementa su hegemonía y su influencia todopoderosa. Realiza profundas penetraciones económicas y transforma las fuentes de riqueza de América latina en fuentes de beneficios abundantes para la Standard Oil Co., la Anaconda Copper Co., la United Fruit Co., la International Telephone and Telegraph Co. y tantos otros grandes consorcios monopolistas; ellos erigen verdaderos enclaves coloniales y contando con la asesoría, la complicidad y el entreguismo de desnacionalizados grupos de dirigentes criollos, instalan una espesa red de fructíferas factorías que succionan insaciablemente los frutos de la tierra y del trabajo latinoamericanos.

A través del panamericanismo con sus diferentes connotaciones, de la Doctrina Monroe y sus corolarios (política del gran garrote, diplomacia del dólar, etc.), de intervenciones políticas abiertas y encubiertas y de la acción de fuerzas de desembarco y ocupación, el imperialismo cercenaba -por otra parte, y muy severamente- la soberanía de los Estados latinoamericanos. Seguían vigentes las palabras dichas en 1895 por el Secretario de Estado Richard Olney: "En la actualidad los Estados Unidos son prácticamente soberanos en este continente". Conservaban todavía validez los conceptos del Presidente Teodoro Roosevelt según las cuales a los Estados Unidos correspondía desempeñar el papel de policía o gendarme del Nuevo Mundo.

En suma, América latina sufre los efectos de una explotación creciente y sistemática y de una dependencia que se extiende gradualmente a todas las esferas de su existencia.

Pero, América latina es también escenario en que los pueblos se movilizan activamente. Animados por ansias de libertad y de justicia y por un patriotismo esencial -todo lo que importa lucha por el cambio social profundo, por la plena independencia nacional y por la democracia- emprenden la dura tarea de remodelar la historia de sus países y de ser en ella protagonistas decisivos. Entonces se organizan, forjan penosamente, pero con optimismo, los instrumentos políticos, sindicales o ideológicos necesarios para alcanzar su propia liberación y para la emancipación de sus patrias. Los movimientos populares alcanzan la dimensión de un despertar gigantesco y amenazador que conmueve al continente desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego.

Frente al empuje popular se levantan, empero, resistencias y coaliciones de fuerzas que usan todos los medios -la represión brutal, la dictadura ominosa y antinacional con su cortejo de negación de libertades y de derechos, aun los más elementales, para impedir transformaciones que alteren los sistemas de dominación imperantes, que conduzcan a estructuras más evolucionadas, a formas de convivencia más humanas y dignas, y a la verdadera independencia de los países latinoamericanos. Dentro de este contexto tenebroso, América no sólo es tierra donde tiranos como Trujillo o Somoza cometen desmanes abominables, sino donde individuos como Gabriel González Videla traicionan y flagelan a sus pueblos.

Tal es, esquemáticamente, el presente en que se desenvuelve lo que pudiera considerarse la primera edad de Neruda adulto.

Realidades de tanta envergadura, que menoscababan la gran patria americana, que asfixiaban al hombre estrechando sus horizontes y mutilando gravemente su propia humanidad, tenían necesariamente que impactar -y de múltiples maneras- una conciencia tan lúcida, sensible y siempre despierta como la de Neruda. De ahí que ellas sean evocadas una y otra vez en Canto General, hasta constituir el hilo central de su textura.

 
     
 

Me duele en ti mi pueblo,
toda mi patria americana
todo lo que han roído de tus huesos
dejándote ceñida por la espuma
como miserable diosa despedazada.

Dolía a su humanismo integral y sin reservas, un estado de cosas alienante y deteriorante de los pueblos que componían su amada patria americana. Laceraba profundamente su espíritu americanista sin límites, la presencia devoradora del imperialismo:

Llegó el dólar de dientes agresivos
a morder territorio
en la garganta pastoril de América.

Hermanado con sus pueblos de América, con sus pueblos de ahora y de siempre, se identifica con ellos en sus ansias, sus luchas, sus derrotas, sus muertes, sus victorias y sus vidas. Y así les dice:

Sube a nacer conmigo hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado
.....................................
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

Y fue justamente en medio de todas las contingencias de su tiempo, que Canto General germina en el espíritu de Neruda. El germen toma cuerpo, se alimenta de un acontecer duro que es vivido escrupulosamente por el poeta. El no esquiva nada, ningún embate deja de tocarlo.

Así termina este libro, aquí dejo
mi Canto General escrito
en la persecución, cantando bajo
las alas clandestinas de mi patria.

 
 

 


Tríptico de Lautaro, Fray pedro Subercaseaux

 
 

 

Humanismo militante

Con Canto General, Neruda realiza un acto de autovaloración definitivo y definitorio. El se sitúa en una nueva perspectiva que abre nuevos senderos a su obra. Ahora parte del hombre -pero no del hombre abstracto e individual, sino del ser social concreto y actuante- y de la tierra -la tierra americana que es fuente de belleza, pero que también está ligada dialécticamente al hombre- con lo que sigue, enriqueciéndola y dándole un real contenido histórico-social, la línea inaugurada por los viejos maestros del humanismo renacentista, fecundada ahora con los imperecederos aportes del marxismo. Es decir, Neruda pasa del humanismo burgués al humanismo proletario tan certeramente caracterizados por Aníbal Ponce.

Al adoptar esta actitud, Neruda renuncia pertenecer a la especie de los "poetas celestes", a quienes acusa de europeizantes y formalistas, de apegados a la "moda" y al capitalismo y que, por lo mismo, permanecen impasibles frente al trágico espectáculo que ofrecía el desgarrado mundo americano. "¿Qué hicisteis vosotros?", les pregunta; y luego los apostrofa:

No hicisteis nada sino la fuga:
vendisteis haciendo detritus,
buscasteis cabellos celestes,
plantas cobardes, uñas rotas.
"Belleza pura", "sortilegio",
obra de pobres asustados.

Tomando partido como lo hizo, Neruda cumplió una obligación moral y cívica ineludible. Él, que de hecho había renunciado a toda metafísica para explicarse las cosas y a todo esteticismo puro, vacío y, por tanto, intrascendente para crear, asumió la responsabilidad superior de unir creación artística y valores éticos en un humanismo militante e integral, capaz de denunciar las aberraciones de todo orden que prevalecían en América empobreciendo la condición humana. Por su calidad de intelectual del pueblo -de trabajador de la cultura-, Neruda se siente llamado a cumplir la función de espíritu crítico que debe escrutarlo todo, que no puede ni debe callar, ni olvidar, ni dejar conciencias dormidas, desprovistas de perspectivas u horizontes. Y así declara:

...pero mi plato es otro, mi alimento es distinto:
mis ojos no vinieron para morder olvido:
mis labios se abren sobre todo el tiempo, y todo el tiempo,
......................................................................................
Por eso te hablaré de estos dolores que quisiera apartar,
te obligaré a vivir una vez más entre sus quemaduras,
no para detenernos como en una estación, al partir,
ni tampoco para golpear con la frente la tierra,
ni para llenarnos el corazón con agua salada,
sino para caminar conociendo, para tocar la rectitud
con decisiones infinitamente cargadas de sentido,
para que la severidad sea condición de la alegría, para
que así seamos invencibles.

Se coloca entonces Neruda en una posición comparable a la de tantos e ilustres predecesores suyos en la historia de la poesía; así, por ejemplo, Canto General es poema cercanamente emparentado con la Divina Comedia.

Los versos transcritos contienen algo así como la profesión de fe del poeta, que será el armazón ideológico que lo guiará en la elaboración de Canto General y que, por lo mismo, expresa la visión que él tiene de la Historia.

 
 

 

"Canto General es un macizo poema épico
que contiene un relato
y una interpretación del acontecer de América
desde antes que ésta fuera América"

 
 

Peregrinación por la Historia

Armado de propósitos claros e integrado a los combates del presente -lucha contra el fascismo, solidaridad apasionada con el pueblo español, colaboración al triunfo del Frente Popular chileno el año 1938, participación decisiva en la elección de Gabriel González Videla como presidente de Chile, su elección como senador por las provincias mineras y proletarias del Norte, incorporación al Partido Comunista, etc.,- Neruda emprende racionalmente y despojado de todo fatalismo preconcebido, su peregrinación por la Historia de América. Está abierto a todo el tiempo. Quiere recordar siempre, ir hasta el pasado, revivirlo, pero no para quedarse en él, sino para extraer esencias que le permitan comprender el presente y avanzar con más sabiduría, optimismo, confianza y vigor hacia el futuro.

Es decir, de partida -y como todo historiador- Neruda establece una conexión viva y estrecha con el presente. Aquí encuentra motivaciones a su obra, acuciantes preguntas y dramáticas incertidumbres a su espíritu (¿de dónde venimos, hacia dónde vamos?), que le obligan a mirar al pasado sin separar, sin embargo, su vista del futuro. Al fin de cuentas, grande es la fugacidad del presente: no es sino precaria línea de intersección entre procesos que vienen de muy lejos en el tiempo, que experimentando incesante cambio -profundas mutaciones, desnaturalizaciones, incrementos o modernizaciones- y modificándose siempre, habrán de proyectarse hacia el porvenir. Neruda puede entonces trazar en Canto General la marcha o el desarrollo continuo de la historia de América desde los lejanos tiempos precolombinos hasta mediados del siglo XX. Penetra en el recóndito mundo indígena, asciende a Macchu Picchu donde, dice:

puse la frente entre las olas profundas,
descendí como gota entre la paz sulfúrica
y, como ciego, regresé al jazmín
de la gastada primavera humana.

A partir de allí, el poeta sigue el avance de la historia. Se detiene en la Conquista, febril y violento período de destrucción de lo autóctono y de feroces desenfrenos, en que "cortada fue la tierra por cuchillos invasores" y en que quedaron establecidas las bases de un régimen de explotación, cuyos dirigentes

...adquirieron orgullo
comprado en el mercado negro.
Se adjudicaron
haciendas, látigos, esclavos,
catecismos, comisarías,
cepos, conventillos, burdeles
y a todo esto denominaron
santa cultura occidental.

Con todo, reconoce Neruda que a partir de la conquista, América quedó fundada y entró en una fase más alta de evolución:

Con el metal hundido en el tormento
se derramó una luz sobre la tierra
...............................................
Y las lenguas del hombre se juntaron
...............................................
No sólo llegó sangre, sino trigo.
La luz vino a pesar de los puñales.

Luego Neruda canta la acción de los libertadores, es decir, de los pueblos que desde el día mismo de la Conquista resistieron y lucharon contra el sistema de dominación instaurado.

Aquí viene el árbol, el árbol
de la tormenta, el árbol del pueblo.
De la tierra suben los héroes
como las hojas por la savia.
............................................
Este es el árbol, el árbol
del pueblo, de todos los pueblos
de la libertad y de la lucha.

Terminado su extenso recorrido a través de los combates protagonizados por los pueblos a lo largo de tanto tiempo, hasta 1949, Neruda escribió:

Cuánto tiempo ha pasado desde entonces,
cuánta sangre sobre la sangre,
cuántas luchas sobre la tierra.
Horas de espléndida conquista,
triunfos ganados gota a gota,
calles amargas derrotadas,
...............................................
represiones armadas de odio
coronadas militarmente.
Parecía hundirse la tierra.
Pero la lucha permanece.

 
 

 

 

 
 

Los procesos ausentes

Al considerar la Historia americana en Canto General, se echan de menos algunos procesos importantes en los que Neruda no fijó su atención. Tal acontece, por ejemplo, con la llegada de los africanos al Nuevo Mundo a través de la inmigración forzada de mayor magnitud que se registra en los anales de la historia y que representó un aporte extraordinario de varios millones de hombres, poseedores de sorprendentes valores culturales -base de la rica cultura afro-americana- y de insustituible capacidad de trabajo. De la misma manera, Neruda prácticamente no menciona el papel desempeñado por América en el desarrollo alcanzado por Europa a partir del siglo XVI; al final de cuentas, cada uno de los millones de gramos de oro o de plata -el tesoro americano-, sin los cuales el naciente capitalismo europeo habría tardado mucho tiempo en madurar, contenía gotas de sangre y trozos de vida de indios, y cada kilo de azúcar proveniente del Brasil o de las Antillas era portador de salado sudor y también de jirones de vida de negros esclavizados. Con estas y otras omisiones -la resistencia de los negros y los esfuerzos que desplegaron por su liberación, la República de Palmares y otras comunidades organizadas por "cimarrones", la significación de la época colonial como vasta matriz en que se fundieron simientes indias, negras e ibéricas, que fructificaron y finalmente florecieron en la América de hoy, etc.,- Neruda nos privó de creaciones que hubieran sido magníficas, dada la excepcional importancia y la violenta palpitación humana e histórica de fenómenos como los indicados.

"Amamantado en sangre de tu herencia"

Es evidente que la relación de Neruda con la Historia no es, en el fondo, sino el resultado de la relación vital del poeta con el medio en que se desenvuelve su propia existencia. Él se sabe enraizado en los pueblos de América que tienen una historia que lo envuelve, de la que él participa y que le confiere una identidad esencial que determina el verdadero y hondo significado de su vida y de su acción creadora.

Entre los seres, como el aire vivo
y de la soledad acorralada
salgo a la multitud de los combates
libre porque en mi mano va tu mano
conquistando alegrías indomables.

Es decir, Neruda, marginado de esquemas ideales o abstractos, no se siente especie particular de hombre ubicado más allá de las contingencias sociales, separado de la suerte de sus compatriotas y de todos los pueblos de América, y convertido en algo así como "ciudadano ilustre" de una quimérica "República de la Poesía". En otras palabras, se sabe poseedor de una existencia histórica o social que es proyección de la vida colectiva en que está inmerso y de la que se reconoce fruto y expresión. De ahí que escriba:

Vivo en la sombra que me determina
duermo y despierto en tu esencial aurora
...............................................
empapado en esperma de tu especie
amamantado en sangre de tu herencia.

Se da entonces en Neruda un rasgo que caracteriza al historiador, no al simple anticuario que sólo tiene ojos para las cosas viejas: él no puede ni quiere desprenderse de su medio histórico por ninguna vía, ni aunque sea el de la evasión puramente estética, porque sabe que eso, además de importar pecado de deserción, significa su propia negación.

Portador de la memoria colectiva

Neruda se entrega a la historia a través de la poesía épica. Lo hace con pasión, con erudición, en forma completa y sin reservas. Significativamente recurre a este género poético, raramente cultivado y finísimo, difícil y eficaz instrumento que, por representar una manera de relatar o escribir historia, responde siempre y directamente a esa especie de hambre u obsesión que surge en todos los pueblos anhelosos por conocerse a sí mismos y, en consecuencia, por saber de sus orígenes y de las líneas fundamentales de su evolución. Y esta obsesión se halla ligada a sentimientos de amor patrio y a una conciencia nacional arraigada, que en Canto General se manifiestan sin cesar y con el más alto vuelo lírico.

Pero, adentrado ya en los dominios del acontecer histórico, el poeta sabe que entra al campo vasto, rico, complejo y contradictorio de la vida de los pueblos y del devenir de las sociedades. Sabe que debe permanecer abierto a todo el tiempo y a todas las cosas. De ahí que él no intente siquiera, cortar el tiempo histórico para concentrarse exclusivamente en el pasado, al que no idealiza a la manera romántica y conservadora; si así lo hiciera, se esterilizaría a sí mismo, secaría sus fuentes vivas de inspiración y esquivaría una responsabilidad que asumió libremente por un vigoroso imperativo de conciencia. Para Neruda cada sociedad encierra en sí misma - como dialéctica unidad de contrarios- pasado, presente y futuro; si él penetra al pasado, lo hace para reconocer raíces y desentrañar antecedentes que satisfagan exigencias perentorias de los pueblos que no quieren ir a ciegas a la construcción cotidiana y combativa del porvenir.

El poeta entonces, entiende que además de la función social inherente a su condición de tal, debe -en un momento o en otro y en apreciable medida- aproximarse a la función social del historiador, esto es, ser una suerte de expresión y a la vez portador de la memoria colectiva. Y justamente Canto General, además de reunir los más altos valores estéticos, refleja o reproduce, con la vivacidad que sólo el genio poético de su autor puede lograr, toda la historia de los pueblos americanos. Es una historia que se adentra en la intimidad más absoluta de los pueblos, en sus recónditos pensamientos, sentimientos, vivencias y mitos, que muestra sus luchas a través de sus héroes -no porque estos sean los hacedores de la historia- cuya naturaleza profunda descubre como floraciones del pueblo. Pero es, a la vez, historia que señala y marca con palabra inexorable los factores -instituciones, mecanismos e individuos- que hicieron posibles miserias, alienaciones, apremios y muertes.

Por ser narración histórica, Canto General revela que Neruda se comportó frente al acontecer como si fuera historiador. Halló en él materia para su creación, fundamento y explicación a sus preocupaciones y respuesta esperanzada a sus incertidumbres. Pero además, halló en él un medio de servir a los pueblos de América a alcanzar sus más caros objetivos inspirándose en la realidad tal como ella es y ha sido, y en las experiencias y esperanzas que los hombres han tenido desde siempre. Neruda, entonces, va a la historia para recoger los mensajes que sus hermanos de ayer transmiten a sus hermanos de hoy, para recibir un legado heroico, glorioso y vivo que muchos cronistas oficiales trataron de ocultar o falsificar.

 
 

 


"Además ya en los dominios del acontecer histórico,
el poeta sabe que entra al campo vasto, rico, complejo *
y contradictorio de la vida de los pueblos
y del devenir de las sociedades"

 

 

 

"Soy pueblo, pueblo innumerable"

Ahora bien, para Neruda la sociedad americana distaba mucho de ser un cuerpo simple, armonioso, coherente y homogéneo. Mirando a su alrededor, al acontecer de sus días, él ve espectáculos sobrecogedores y anonadantes:

Qué luna como una culata ensangrentada,
qué ramaje de látigo s,
qué luz atroz de párpado arrancado
te hacen gemir sin voz, sin movimiento
...............................................
De noche y día veo los martirios,
de día y noche veo al encadenado,
...............................................
escribiendo con manos golpeadas y fosfóricas
en las interminables paredes de la noche.

Fuerzas sociales antagónicas, intereses económicos, políticos y sociales contradictorios, ideologías contrapuestas, violencias de todo orden -institucionalizadas unas, ferozmente desatadas otras- dominando el escenario, aspiraciones encontradas, dramas colectivos intensos, penurias espantosas. Y también logros magníficos y enormes potencialidades acumuladas en el ser humano; ser que se presenta, además, lleno de insólitas paradojas, de debilidades chocantes y capaz de las más dignas, generosas y coherentes acciones. ¿Cómo desempeñarse entonces en un campo tan abigarrado y lleno de incongruencias, con una materia constantemente dislocada, confusa y a veces hasta informe? ¿Con quién contraer el compromiso, en funciones de qué finalidades actuar?

Es tan difícil ver a través de la tierra
(no del tiempo, que eleva su copa transparente
iluminando el alto resumen del rocío),
pero la tierra espesa de harinas y rencores
bodega endurecida con muertos y metales,
no me deja mirar hacia abajo, en el fondo
donde la entrecruzada soledad me rechaza.

 

Estas angustiantes constataciones que producen perplejidad y pueden conducir al escepticismo o a la evasión, golpearon también la conciencia de Neruda. Pero él no se ofuscó. Con claridad ideológica, con fino instinto y con perseverante estudio y observación, logró descubrir dos nociones esenciales: desarrollo o progreso histórico y regresión histórica. El primero denota historia propiamente tal; con él se significan los cambios -dotados de sentido de futuro- que una sociedad experimenta, de pasos de un nivel de evolución a otro más alto, de emancipación y de afirmación creciente del hombre y de lo humano; con él se implica o se individualiza a fuerzas o factores concretos, provistos del dinamismo interno necesario para hacer historia, esto es, producir el avance de la sociedad. El segundo concepto, en cambio, muestra lo que podría llamarse la anti-historia por excelencia, que es lo mismo que estagnación, inmovilismo o simplemente retroceso; involucra el reconocimiento de la acción realizada por fuerzas que temen al cambio, que se oponen acerbamente a él y que aparecen dominadas por el frenético aunque infructuoso anhelo por detener la marcha de la historia; se trata, en una palabra, de agentes cuya esencia es retrógrada.

Pero los brujos matan los metales
de la resurrección, cierran las puertas
y entenebrecen la morada
de las aves deslumbradoras.

Todo duerme con los florones
de oro oxidado en las cornisas,
los ángeles duermen colgados
en sus perchas sacramentales,
todo duerme como una tela
de sacerdocio, todo sufre
bajo la noche membranosa.
Pero no duerme la crueldad.

A partir de esas nociones que aparentemente tienen sólo un significado de presente, Neruda precisó elementos reales que así como actúan hoy, actuaron ayer y, probablemente, también actuarán mañana.

Por otro lado, el poeta en su búsqueda de explicaciones racionales a cada cosa o fenómeno -hechos, situaciones, personalidades, ideas, etc.,- que se presentan en cualquier momento, observa que no se trata de elementos sueltos que simplemente coexisten, que se mueven siguiendo propias y singulares trayectorias obedeciendo particulares causas, y que se agotan en sí mismos; por el contrario, están íntimamente asociados entre sí, forman parte de un mismo contexto histórico y constituyen la manifestación viva y multifacética de procesos globales -frecuentemente universales- que encauzan el devenir social, que dan carácter a una época y que confieren plena significación y antecedentes generales a cada cosa. Situado en esta perspectiva, la confusión se diluye, los elementos que aparecen aislados muestran su pertenencia a sistemas coherentes que funcionan conforme a lógicas globales. Tras la apariencia caótica del acontecer se ve el funcionamiento de fuerzas provistas de sentido claro, divergentes tal vez, pero inextricablemente entrelazadas.

Frente a realidades de esta especie, verificadas gracias a su concepción materialista del mundo, de la sociedad y del hombre -vértebra de todo su pensamiento- Neruda pudo realizar la elección y asumir el compromiso de que hablamos antes. Al hacerlo -reiteramos- realizó un acto como el que todo el mundo hace y que es perentorio; sin él, un hombre se transforma en sombra o muñeco, llega a ser simplemente algo o cosa que se separa de la vida, que no es capaz de vibrar con las palpitaciones que de ésta surgen y que se margina de las responsabilidades emanadas del fluir de la historia. Neruda no veía otras posibilidades si quería vincularse a la historia y no a la anti-historia, si quería el progreso y no la regresión, si amaba el futuro y no el pasado. Así se asoció al pueblo, la única fuerza portadora de la historia, del desarrollo social y de la capacidad de revivificar al hombre sacándolo del reino de la necesidad para conducirlo al de la libertad.

No me siento solo en la noche
en la obscuridad de la tierra.
Soy pueblo, pueblo innumerable
...............................................
Muerte, martirio, sombra, hielo
cubren de pronto la semilla
y parece enterrado el pueblo.
Pero el maíz vuelve a la tierra.
Atravesaron el silencio
sus implacables manos rojas.
Desde la muerte renacemos.

Desde su posición, Neruda se da la tarea de formar conciencia histórica entre quienes convive. Es decir, se esfuerza abnegadamente, con alegría y a veces hasta con sacrificio, por hacer su contribución decisiva a la actividad que despliegan los pueblos americanos a fin de apoderarse en plenitud de su propio destino y de dirigir de manera consciente e independiente su propia historia.

Entra, pueblo, en las márgenes del día.
Anda como un ejército, reunido,
y golpea la tierra con tus pasos
y con la misma identidad sonora.
Sea uniforme tu camino como
es uniforme el sudor de la batalla,
...............................................
y sobre esta unidad como la tierra
firme y germinadora, se ha dispuesto
la creadora permanencia, el germen
de la nueva ciudad para las vidas.
...............................................
Paz desterrada que regresas, pan
compartido, aurora, sortilegio
del amor terrenal, edificado
sobre los cuatro vientos del planeta.

 

En la escena de la Historia

Si las cosas se consideran en su sentido estricto, la tarea que acomete Neruda es eminentemente política -palabra que tan poco gusta a los fascistas- desde que se refieren a la polis, a la ciudad, al cuerpo social entero, y no a asuntos que pertenecen a la esfera del domus, de lo doméstico, de lo rigurosamente privado. En suma, Neruda hace justamente lo contrario de quienes aspiran a satisfacer a todo el mundo mediante equívocas declamaciones en favor de la "independencia" del artista "consagrado sólo a su arte", o que adoptan hipócritas e inconfesas posiciones políticas ocultas tras la máscara del imposible apoliticismo.

Y así el poeta, que entró sin vacilaciones a la escena misma de la historia para actuar en ella conforme a una superior escala de valores, llega a ser -en forma perfectamente natural- un político con militancia reconocida. Así, además de contribuir a la satisfacción de necesidades colectivas apremiantes, otorga eficacia y significado al trabajo que ejecuta, es leal consigo mismo, con el arte a que está consagrado y con la suerte de sus hermanos. Y Neruda siente el impacto enriquecedor de lo que no fue otra cosa que culminación del curso que dio a su propia vida. De ahí que en el poema dedicado a su Partido escribiera:

Me has agregado la fuerza de todos los que viven.
...............................................
Me has dado la libertad que no tiene el solitario.
...............................................
Me enseñaste cómo el dolor de un ser ha muerto en la victoria de todos.
...............................................
Me hiciste construir sobre la realidad como sobre una roca.
...............................................
Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría.
Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo.

París, mayo de 1977.