LA CASA DE LAS ODAS

ESCRIBIENDO
estas
odas
en este
año mil
novecientos
Cincuenta y cinco,
desplegando y tañendo
mi lira obligatoria y rumorosa,
sé lo que soy
y adónde va mi canto.

Comprendo
que el comprador de mitos
y misterios
entre
en mi casa de odas,
hecha
con adobe y madera,
y odie
los utensilios,
los retratos
de padre y madre y patria
en las paredes,
la sencillez
del pan
y del salero.
Pero es así la casa de mis odas.

Yo destroné la negra monarquía,
la cabellera inútil de los sueños,
pisé la cola
del reptil mental,
y dispuse las cosas
—agua y fuego—
de acuerdo con el hombre y con la tierra.
Quiero que todo
tenga
empuñadura,
que todo sea
taza o herramienta.
Quiero que por la puerta de mis odas
entre la gente a la ferretería.

Yo trabajo
cortando
tablas frescas,
acumulando miel
en las barricas,
disponiendo
herraduras, arneses,
tenedores:
que entre aquí todo el mundo,
que pregunte,
que pida lo que quiera.

Yo soy del Sur, chileno,
navegante
que volvió
de los mares.

No me quedé en las islas,
coronado.

No me quedé sentado
en níngun sueño.

Regresé a traba¡ar sencillamente
con todos los demás
y para todos.

Para que todos vivan
en ella
hago mi casa
con odas
transparentes.

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