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AMIGA,
no te mueras.
Óyeme estas palabras que me salen ardiendo,
y que nadie diría si yo no las dijera.
Amiga, no
te mueras.
Yo soy el
que te espera en la estrellada noche.
El que bajo el sangriento sol poniente te espera.
Miro caer
los frutos en la tierra sombría.
Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas.
En la noche
al espeso perfume de las rosas,
cuando danza la ronda de las sombras inmensas.
Bajo el cielo
del Sur, el que te espera cuando
el aire de la tarde como una boca besa.
Amiga, no
te mueras.
Yo soy el
que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.
El que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.
El que cruzó
los brazos por esperarte, ahora.
El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.
Yo soy el
que en los labios guarda sabor de uvas.
Racimos refregados. Mordeduras bermejas.
El que te
llama desde las llanuras brotadas.
Yo soy el que en la hora del amor te desea.
El aire de
la tarde cimbra las ramas altas.
Ebrio, mi corazón. bajo Dios, tambalea.
El río desatado
rompe a llorar y a veces
se adelgaza su voz y se hace pura y trémula.
Retumba, atardecida,
la queja azul del agua.
Amiga, no te mueras!
Yo soy el
que te espera en la estrellada noche,
sobre las playas áureas, sobre las rubias eras.
El que cortó
jacintos para tu lecho, y rosas.
Tendido entre las hierbas yo soy el que te espera!
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