Pablo
Neruda (1904)
por
Alone
La
gran figura y la grande influencia de las últimas generaciones.
En Pablo Neruda podemos divisar, por vez primera, el caos poético
-o antipoético- en que el mundo se sumergió después de la gran
guerra. Es el único temperamento que recibió esa corriente de
disoluciones fundamentales cuando estaba en plena formación,
de los doce a los dieciséis años; y entre su estructura mental
y la nuestra hay algunos siglos de distancia. Prado, Pablo de
Rokha, Angel Cruchaga, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, los
más visiblemente afectados por la renovación de los tiempos,
escribieron antes de la conflagración y dicen o han dicho palabras
de muy buen sentido desde el punto de vista antiguo. Algunos
se esfuerzan por delirar completamente; pero no lo consiguen.
Neruda
desrazona con perfecta espontaneidad. Sus imágenes disueltas,
inconexas, giran sobre sí mismas en pleno torbellino, y sólo
a fuerza de buena voluntad logramos entenderlo, siempre en aquellos
aspectos que a él le agradan menos, en los que no encuentra
representativos de su manera íntima.
No
obstante, se educó en el Instituto Pedagógico y tiene buena
cultura francesa.
Su
primer libro "Crepusculario" trae composiciones ordenadas
según la lógica perceptible y algunas cantan la muerte con un
sentimiento comunicativo, triste y bello: recordamos su "Mariposa
de Otoño", pequeña elegía penetrante, original.
Vienen
luego sus "Veinte poemas de amor y una canción desesperada",
el mejor de sus volúmenes a juicios de peritos, y "Tentación
del hombre infinito", donde muestra la huella dominante
del uruguayo Sabat Ercasty, su maestro de una época.
Nosotros
preferimos un cuento largo, en prosa, "El habitante y su
esperanza", vagas aventuras donde hay una mujer, unos ladrones
nocturnos, un asesinato, una evasión, todo ¡con qué vagabunda
fantasía, con qué seducción de imágenes impalpables! Es una
fiesta, una especie de sueño que se forma delante de nosotros.
Si
las nuevas escuelas se caracterizaran por la libertad absoluta
y una mezcla de imaginación y sensualidad, sin corazón ni inteligencia,
o sin sentimentalismo ni raciocinio, Pablo Neruda cae de lleno
dentro de su órbita: tiene contacto con los pintores fantasistas
y los músicos disonantes de vanguardia.
El
Gobierno lo nombró cónsul en el Asia y desde allí envió algunas
correspondencias admirables, muy pocas. Después ha callado.
Y como, después de él, no ha surgido nadie digno de nombrarse,
la poesía chilena, que no existía antes del siglo, parece haber
dejado nuevamente de existir.
en:
Panorama de la literatura chilena durante el siglo XX. Santiago:
Nascimento, 1931. p. 116-118.