Poesía y Estilo de Pablo Neruda

CAPITULO I

ANGUSTIA Y DESINTEGRACIÓN


DE LA MELANCOLÍA A LA ANGUSTIA

Al leer, en orden de producción, Crepusculario (1919), El hondero entusiasta (1923-1924), Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) y Residencia en la tierra (I, 19251931; II, 1931-1935), descubrimos que la evolución poética de Pablo Neruda consiste en una progresiva condensación sentimental por ensimismamiento, un cada vez más obstinado anclaje en el sentimiento, en lo hondo de sí mismo, desentendiéndose cada vez más de las estructuras objetivas. El extremado ensimismamiento del poeta ha exigido un nuevo modo de relación entre el sentir y su expresión adecuada, y la técnica de representación ha ido extremando los procedimientos oscuros. Concordemente con la progresión del ensimismamiento, de la condensación sentimental y de la oscuridad de la técnica, el sentimiento poético de Pablo Neruda sufre una agravación progresiva en su misma índole, desde la melancolía hasta la angustia.

Antes de Residencia en la tierra hay en toda la poesía de Neruda una bella tristeza que se complace en sí misma. Esta melancolía habla mucho del dolor infinito, pero sólo en Residencia se nos pondrá delante, y sin nombrarlo, el dolor realmente infinito. 

En la poesía juvenil, es una melancolía que se viste de nostalgia: la tristeza del bien perdido, que se remansa en el recuerdo. Allí las aguas de] sentimiento cabecean con embestidas amenazadoras de angustia, pero todavía se resuelven en melancolía, un modo de felicidad, en resumidas cuentas, porque el sufrimiento se contempla a sí mismo envuelto en belleza y hecho canción:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

(Veinte poemas. Poema XX.)

Dice en Veinte poemas. La melancolía del perpetuo adiós a las cosas que se han ido es todavía un modo de retenerlas, es el pago en tristeza en gracia del cual revivimos en nuestra alma momentos de felicidad ya idos. En la obra poética de Neruda, encontramos primero temas biográficos de melancolía que atraviesan el alma como nubes; luego va no es un modo de estar el alma, es su modo de ser: la bruma ha llenado todo el ámbito y ya hasta la luz solar del amor actual alumbra ensordinada con halos de melancolía; la alegría lleva en sí la tristeza:

Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo té amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.

(Poema XIV.)


Como todas las cosas están llenas de mi alma,
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

(Poema XV.)

Es un sentimiento que a veces pierde su blandura, abandono y resignación, agrietados por relámpagos de angustia (Poema XI):

Quejumbrosa tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón, sin detenerte.

En Residencia en la Tierra el remolino de furia va no pasará sin detenerse, porque está identificado con su corazón. Todavía en los Veinte poemas de autor intenta refugiarse en la melancolía huyendo de la angustia ( Poema XI) :

Ay, seguir el camino que se aleja de todo.
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el rocío.

En Residencia en la Tierra ya no encuentra dónde refugiarse de la angustia, porque la angustia lo llena todo. En el pozo del corazón los dolores caídos van amargando las aguas, pero

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes,
oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

(Una canción desesperada.)

En Residencia los cantos se habrán hecho roncos lamentos y las aguas espesas estarán desbordadas y estancadas. En la poesía primera de Neruda, cuando apunta la angustia aquí o allá es todavía episódica, por algo ocurrido, una angustia aguda y ocasional que se va aflojando:

el viento de la angustia aún las sude arrastrar,

dice Neruda de sus palabras (Poema V), con, un aún que delata el decrecimiento y el origen episódico.

Para mejor ver en qué sentido ha cambiado el clima sentimental de nuestro poeta, comparemos cómo se representa en imágenes un mismo material objetivo en las dos épocas. Sea el sonido del viento entubado. Dice en el Poema XVII:

llora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad,

hora mía entre todas!

Bocina en que el viento pasa cantando.

Tanta pasión de llanto anudada a mí cuerpo.

La pasión de llanto es un modo de buscar la felicidad en la perfección v belleza del dolor o, si se quiere, en la trasposición del sufrimiento a un plano de perfección estética. El sufrimiento tiene su encanto. Soledad, nostalgia v alegría, juntas en esta hora única y convertidas en estela de belleza, corno el cantar del viento que pasa por una bocina. La voz del viento es un triste y hermoso cantar. Veamos ahora en la Barcarola de Residencia en la Tierra:

Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche.
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría corno un tubo lleno de viento o llanto,
o una botella echando espanto a borbotones.

También aquí van asociados el viento y el llanto, pero ahora en dolorosa equivalencia. Ya no domina el designio de embellecer los símbolos de manera cine los elementos significantes formen un material placentero. Ahora utiliza el feísmo: el viento va no pasa por una bocina, sino por un tubo. Y ya no pasa cantando, sino llamando con llanto; ya no es seguro que lo que pasa sea ese movimiento sin sujeto que llamamos viento: quizá sea un llanto, también sin sujeto carnal; ya no es un sonar remontado en canción y en secreta alegría de vivir: ahora es un llamar despenado, como el sonar de un desangrarse vaciándose espantosamente. Allí, la nostalgia y la melancolía, con su ancla en los recuerdos y su tristeza de ausencia (un modo de encontrarse uno en lo perdido y de apetecerlo en busca de sí mismo, un modo de amar v de poseer): aquí, la soledad, el ansia en la desesperación, la angustiosa congoja del naufragio total. Si antes su sentimiento manaba con la doliente canción de la melancolía, ya atragantado con anunciadores sobresaltos, ahora suena como un agua feroz mordiéndose v sonando.


EL DESHIELO DEL MUNDO

Ahora bien, lo que sobrecoge en esta poesía es la certidumbre de que su atroz sentimiento no es una postura adoptada como buena para la construcción de hermosas poesías, sino que es íntegramente valedero, porque responde a una peculiarisima visión, nítida y desolada, del mundo y la vida . Los ojos del poeta, incesantemente abiertos, cono si carecieran del descanso de los párpados ("Como un párpado atrozmente levantado a la fuerza"), ven la lenta descomposición de todo lo existente en la rapidez de un gesto instantáneo, como las máquinas cinematográficas que nos exhiben en pocos segundos el lento desarrollo de las plantas. Ven en una luz fría de relámpago paralizado el incesante trabajo de zapa de la muerte, el suicida esfuerzo de todas las cosas por perder su identidad, el derrumbe de lo erguido, el desvencijamiento de las formas, la ceniza del fuego. La anarquía vital y mortal, con su secreto y terrible gobierno. El deshielo del mundo. La angustia de ver a lo vivo muriéndose incesantemente: los hombres y sus afanes. las estrellas, las olas, las plantas en su movimiento orgánico, las nubes en su volteo, el amor, las máquinas, el desgaste de los inmuebles, y la corrosión de lo químico, el desmigamiento de lo físico, todo, todo lo que se mueve como expresión de vida, es ya un estar muriendo:

Nadie circule! Nadie abra los brazos
dentro del agua ciega!
Oh movimiento, oh nombre malherido,
oh cucharada de viejito confuso
y color azotado! oh herida en donde caen
hasta morir las guitarras azules!

(La calle destruida.)

Lo vivo es vivo por su comezón de vivir, de moverse huyendo de la muerte: pero cada movimiento de lo vivo es un paso de muerte, no sólo un pasó hacia la muerte cierta con el tiempo, sino ya un acto de muerte, un morir, una presa que la muerte hace y que ya no suelta, pues cada movimiento, cada acto de vida engendra un cambió en el ser vivo matando en él algo que había y, por lo tanto, matando en él su identidad. (Oh movimiento, oh nombre malherido!... ¡oh herida en dónde caen hasta morir las guitarras azules!) Pablo Neruda ve cada cosa del mundo en una disgregación incontenible. Ya su primera poesía está asaltada de esta hermosa visión. En Crepusculario habla

De los que van hacia la muerte
como la sangre por las venas.

En el XX de los Veinte poemas de amor, en medio de la nostalgia de un amor perdido, se le escapa esta queja radical:

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Abrimos el tomo I de Residencia en la Tierra, y desde la página inicial ya tiene que expresarnos insistentemente su visión hablándonos de cenizas, de lo informe, de campanadas oídas en cruz, del sonido que se va haciendo polvo "en el mismo molino de las formas demasiado lejos", del perfume de las ciruelas caídas a tierra y que se pudren en el tiempo. Y en los sucesivos poemas nos va hablando obsesionado,

…De miradas polvorientas caídas al suelo
…De podridas maderas y hierros averiados
…[allí] están golpeando las olas, destruyéndose de muerte...
…Olas del mar, derrumbes,
    arrolladas corrientes de animales deshechos...
...estoy solo entre materias desvencijadas......
…caballeros deshechos por las lentas medusas...
…el día se cae con las plumas deshechas….
…triste voz podrida por el tiempo...
…ola de olores muriendo… envueltos en otoño…
…Paredes mordidas por los días de invierno…
…El aire muerde rostros
    y se caen sus plumas de amaranto.

No hay página de Residencia en la tierra en la que falte esta terrible visión de lo que se deshace. Es lo invenciblemente intuido por el poeta, visto contemplado. No es sabérselo, comprenderlo con la razón es sentirlo vivirlo sufrirlo con la sangre. Los ojos de Pablo Neruda son los únicos en el mundo constituidos para percibir con tanta concreción la invisible e incesante labor de auto-desintegración a que se entregan todos los seres vivos y todas las cosas inertes por debajo y por dentro de su movimiento o de su quietud. Son los únicos condenados a ver el drama

del río que durando se destruye,

verso espléndido donde se encierra la imagen definitiva de esta dolorosa visión de la realidad. Todos sus versos están llenos de imágenes de deformación, desposesión y destrucción, con gran frecuencia de estructura onírica, imágenes en las que unos objetos se deforman y desintegran con procesos sólo existentes en otros, y donde los objetos y sus representaciones parecen empujarse, penetrarse, comprimirse y deformarse con caótico influjo recíproco, como en los sueños, en los que no rige el principio de contradicción: conversaciones gastadas, sustancia estrellada, espanto derretido, olas desvencijadas y, escamas de acero despedido, locomotoras de vapor moribundo, elefantes derrumbados, habitaciones extinguidas, horno convertido en vinagre, el día con las plumas deshechas, cielo deshojado, pianos derretidos, triste voz podrida por el tiempo; pálidas espadas muertas, olores nutriendo, espadas de salmuera, cáscaras de cadáveres, bocas derramadas, tristes vegetales fallecidos, días disueltos, flores calcinadas, exterminadas fotografías, estrellas de cristal desquiciado... Es la visión alucinada de la destrucción, de la desintegración y de la forma perdida, la visión omnilateral que se expresa como en amontonado relampagueo recosiendo sobre cada cosa que se deforma y desintegra otras deformaciones y desintegraciones. Esta aparente extravagancia de las olas desvencijadas, de las habitaciones extinguidas del cielo deshojado, de la voz podrida por el tiempo, es expresión de una visión de la realidad concretamente intuida y de su sentimiento correspondiente. Rey Midas al revés, a Pablo Neruda cada cosa que toca se le descascarilla, se le deshace en polvo, porque la toca en su incesante raíz de destrucción. Cenizas y polvo, polvoriento y ceniciento son palabras de insistencia en esta poesía: "y respiro en el aire la ceniza ti lo destruido". Hay miradas polvorientas, corazones polvorientos, sueños polvorientos, sombras polvorientas, hay polvo podrido v muros y copas de ceniza,

Polvo de dulce pulpa consumida,
ceniza llena de apagadas almas

y a cada paso ceniza y ceniza, y cenicientos caballos, cenicientos ríos, cenicientos destinos, cenicientos danzarines,

en un país de goma cenicienta y ceniza.

Nuestro poeta presencia la labor del incesante molino donde se muden las formas y las entidades, y su vocabulario está lleno de palabras que indican estados de pérdida, desposesión o descomposición: lo desvanecido, desteñido, carcomido, consumido, podrido, gastado, deshecho, destrozado, trizado, decaído, desquiciado, caído, derrumbado, viejo, corroído, corrompido, envenenado, derretido, degradado, muerto. Y tantas cosas rotas: seres rotos, barco roto, agua rota, rosas rotas, alcuzas rotas, río roto, vidrio roto, pasos rotos, candelabro roto, labios rotos, pesca dos rotos, abanico roto, cosas rotas, armadura rota, rincón roto, objeciones rotas, y luego los peldaños quebrados y flechas quebrantadas y trajes mordidos y paredes mordidas, y copa trizada, y pies cortados, y lo desplomado, lo derribado, lo derramado, lo derrumbado. La insistente imagen de la tarea desintegradora y autodestructora de las sales es de las más características: las espadas de salmuera, "el tacto de los muertos entre sales perdido", y la sal que se triza, la sal golpea, la sal arruinada, sal destituida, sal consumida, y la multitud de sal, "y hay en la boca el sabor, la sal del dormido", su gota de sal trémula, secas sales aéreas, su salitre seguro, sal desamparada, sales quebradizas, y los ácidos y los golpes de azufre, y los azufres caídos.


VISIÓN DESINTEGRADA Y REALIDAD DESINTEGRADA

Nuestra época, en sus más altos círculos de cultura, tiene un ahínco de desintegración. La ciencia ha hecho progresos fabulosos gracias a la limitación de los temas y a la angostura de la mirada. Hasta la filosofía, ese saber de la totalidad, quiere hacerse ciencia con los procedimientos de la fenomenología, quiere dejar de ser una concepción entrañable de la vida y del desarrollada en pensamiento, para tratar su repertorio de asuntos como temas académicos, parcelándolos, y colocándolos aislados bajo la lente de sus inquisiciones y reduciendo así el filosofar a un deporte del intelecto. Desintegración del filósofo y desintegración de lo filosofado. La pintura impresionista, al reproducir masas y colores sólo las sensaciones cromáticas del mundo, las que vienen de la superficie de las cosas, desentendiéndose de las cosas mismas y evitando que su representación nos provoque sensaciones táctiles de objetos reales, desintegra. Y desintegra cuando, tan sugestiva y artísticamente reduce la representación de un rostro a tres rasgos impresionantemente expresivos. Y la pintura cubista que nos da el esquema geométrico de las cosas escamoteando las cosas malsanas, desintegra. Y desintegra también el expresionismo con sus membra disjecta, y el nuevo realismo o post expresionismo al enfatizar las sensaciones táctiles y espaciales, de modo que no se contenta con representar el espacio en profundidad, sino que va lo proyecta hacía afuera, y hay cabezas que se asoman entre los listones del marco como por una ventana, y hay miembros agrandados obsesamente, ojos donde se acumula todo el espíritu, enormes manos cuadradas y duras como bloques de piedra. Cuando James Joyce yuxtapone los más nimios sucesos internos y externos de un día, pero con la terrible indiferencia de una máquina registradora, evitando una selección e hilvanamiento valorativos o por lo menos lógicos, desintegra. Y Marcel Proust deteniendo su ojo analizador sobre los más fugitivos momentos de la vida psíquica, achicando el campo visual para escrutar mejor, desintegra. Y desintegra Ramón Gómez de la Serna para quien el mundo es un inacabable baúl de cosas heterogéneas de las que, una a una, va extrayendo su ingeniosidad como un devorador de caracoles.

Este modo de desintegración es un rasgo fisonómico de nuestra época. Un cajón de sastre, una acumulación de objetos aislados y desintegrados de su todo, como símbolo de un estado sentimental: por ejemplo, del estado crepuscular, o del miedo, o del ansía erótica.

También en la poesía de Pablo Neruda existe tal modo de desintegración, y éste es uno de los trazos más significativos con que se inscribe en el cuadro de nuestro tiempo. En sus poemas hay manos y, pies cortados, trenzas, pelos, uñas, máquinas y partes de máquinas, utensilios sueltos, despojos, tantas y tantas cosas arrancadas de sin sitio y navegando a tumbos por este tumultuoso río de versos.

Éste es un desintegrar por despedazamiento y violencia que se hace la realidad. Con ello se contempla desintegradamente lo real. Pablo Neruda además, contempla la desintegración de lo real. La desintegración en el arte de nuestra época consiste sobre todo en un tratamiento de la realidad; en Pablo Neruda, es un modo de ser la realidad. En muchos modernos es una parcelación; en Pablo Neruda, un proceso de la totalidad. La vida de todo lo vivo es un estarse corriendo, la, existencia de lo consistente es un estarse deshaciendo. Ni la experiencia psíquica escapa a este destino:

Como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

(Sólo la muerte.)

Así es corno ve Pablo Neruda el existir; no un episodio de la existencia, sirio el existir mismo. Sus ojos contemplan con inequívoca concreción la ruina incesante de todo lo que es,

y lo que se desploma de las hojas:
la oscuridad de un día transcurrido.
de un día alimentado con nuestra triste sangre.

(No hay olvido, Sonata.)

He aquí la espoleta de la angustia de Pablo Neruda. ¡Si consistiera solamente esta desintegración en un modo heraclíteo de conocimiento de la realidad! ¡Si fuera tan sólo la oscuridad de un día transcurrido! Pero es sobre todo un modo de afectarse por la realidad, es que ese día ya ido ha sido alimentado con nuestra triste sangre. Un día muerto no es menos que la muerte de lo que nosotros hemos vivido v sido en ese día. El morir de las cosas se identifica con nuestro nutrir. Y el poeta se angustia.


LAS DOS ÉPOCAS  de Residencia En La Tierra

Es de mucha importancia para llegar a comprender este grave modo de poesía, para conocer su evolución hacia el logro de sí misma, comparar esta concepción de la realidad y el sentimiento básico correspondiente en las dos épocas en que se dividen los dos tomos de Residencia en la tierra. El tomo I contiene poesías de 1925 a 1931: el II de 1931 a 1935.

En la primera época todavía hay un buen número de poemas de tema amoroso, donde la visión del mundo no es de desintegración ni la disposición psíquica es propiamente de angustia, y si hay desintegración, esta es el escenario, el aire y el campo por entre cuyos lentos escombros renace a cada instante el espíritu indestructible. Si contempla Neruda el sonido

Confuso pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado lejos,

o bien
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo...

esto es para preguntarse en seguida (Galope Muerto)

Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?

En muchos poemas, el oscuro instinto amoroso es todavía el espinazo que mantiene desde dentro a un mundo que se quiere deshacer. Como lo central de esta poesía no es aún la visión de desintegración radical, tampoco es la angustia el sentimiento presentado. Hay, si, melancolía sombría rayada de negros relámpagos amenazadores que se acumulan especialmente en algunos poemas, como Diurno doliente o Monzón de Mayo; ya acidez, si todavía no acritud; la amargura se presagia, pero ni la acritud ni la amargura se concretan en angustia y congoja, porque el instinto amoroso es un ímpetu hacia arriba y perpetuamente salvador: El poeta puede dejarse asaltar de imágenes que le hacen ver a la mujer hecha

de miradas polvorientas caídas al suelo
o de hojas sin sonido y .sepultándose.

Puede hacerlo sin daño definitivo, porque junto y sobre eso hay

En lo alto de las manos el deslumbrar de mariposas,
el arrancar de mariposas cuya luz no tiene término.

(Alianza, Sonata.)

Es el instinto amoroso, sin duda, este deslumbrar de mariposas gracias al cual el alma del poeta escapa de ser devorada por visiones de destrucción:

detrás de la pelea de los días blancos de espacio
y fríos de muertes lentas y estímulos marchitos,
siento arder tu regazo y transitar tus besos
haciendo golondrinas frescas en mi sueño.

El instinto amoroso, sin duda, y también el gozo de poetizar, el galope de la fantasía y las cosechas de la inspiración: cuando logra vencer al ángel del sueño, y a "su multitud de sal, su  ejército entreabierto "sus piezas corroídas por el aire",

Mi pardo corcel de sombra se agiganta,
y sobre envejecidos tahúres, sobre lenocinios de escaleras gastadas,
sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores de football,
del viento ceñidos pasamos:
y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos del cielo,
los pájaros, las campanas conventuales, los Cometas…

(Colección Nocturna)

El instinto amoroso y el poetizar son dos formas de manifestarse el ansia de perpetuidad entre lo caduco. El poeta anda buscando un presagio puro, un beso definitivo, "suave y seguro sobre las aguas eternamente turbadas", anda buscando un ángel de sueños para seguridad perpetua

de tal manera que el camino entre las estrellas de la muerte
sea un violento vuelo comenzado desde hace muchos días y meses y siglos...
Ay, que lo que yo soy siga existiendo y cesando de existir,
y que mi obediencia se ordene con tales condiciones de hierro
que el temblor de las muertes y de los nacimientos no conmueva
el profundo sitio que quiero reservar para mí eternamente.

(Significa sombras.)

La desintegración radical y la angustia se van espesando a medida que este anhelo de perpetuidad siente flaquear y ceder todos sus agarraderos, sin ceder él, en cambio, en su tenacidad:

Un tiempo total como un océano,
una herida confusa como un nuevo ser,
abarcan la tenaz raíz de una alma
mordiendo el centro de mi seguridad.

Qué espeso latido se cimbra en mi corazón
como una ola hecha de todas las olas,
y mi desesperada cabeza se levanta
en un esfuerzo de salto y de muerte.

Hay algo enemigo temblando en mi certidumbre,
creciendo en el mismo origen de las lágrimas,
como una planta desgarradora y dura
hecha de encadenadas hojas amargas.

(Tiranía.)

Anhelo sin fe. Anhelo de perpetuidad y de construcción, de eternidad y de poesía; sin fe en los valores del mundo y de la vida, que no sean ese mismo anhelo. Estaría bien quizá decir paradójicamente: ardiente fe, pero en disponibilidad.  Esta es la demoníaca tragedia de un poeta. Toda la poesía de Pablo Neruda se reduce a esta cifra. Sólo que en sus obras juveniles se entrega tan gustosamente al ímpetu de anhelo cristalizado preferentemente en el impulso erótico, que su desatendida ausencia de fe sólo se manifiesta turbiamente en una densa melancolía, operando sentimentalmente desde la subconciencia. En Residencia en la. Tierra, la ausencia de fe sale al primer plano de la conciencia, y la visión de naufragio universal, de la muerte de todo movimiento, de la desintegración de todo ser, ya no es tan sólo la atmósfera venenosa en donde suceden los sueños poéticos de .Neruda, sino que forma parte de lo que ocurre. Lo que ocurre en esta angustiada poesía es la lucha imperecedera entre el anhelo y la destrucción. Y la destrucción se instala en el anhelo mismo, en lo indestructible que muere y renace como un latido:

Un esfuerzo que salta, una flecha de trigo
tengo, y un arco en mi pecho manifiestamente espera,
y un latido delgado, de agua y tenacidad,
como algo que se quiebra perpetuamente,
atraviesa hasta el fondo mis separaciones,
apaga mi poder y propaga mi duelo.

(Diurno doliente.)


AUTOEXÉGESIS

En cada tomo de Residencia en la Tierra hay un poema en que Pablo Neruda habla de su propio arte. El del primero se titula explícitamente Arte Poética:

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas...
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente,
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría,
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas...

Hay en este poema unos bastidores de sombra y espacio, de sueños funestos, frente pálida y marchita, campana ronca, espejo viejo, olor de casa sola; y en este escenario, la sed de agua invisible. El anhelo, que lleva en sí esperanza y promesa de logro: goce de amar y goce de poetizar:

...de pronto el viento que azota mi pecho...
...las noches...
me piden lo profético que hay en mi, con melancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.

La angustia le asalta, pero es una angustia indirecta, como si se sintiera temeroso de ladrones o fantasmas. Su poesía es el viento repentino que le azota el pecho y le pide lo profético que hay en él. El acento se pone en esta afirmación y exaltación de sí mismo y de su chispa sagrada. Por eso la atmósfera es de melancolía, no de congoja, en ese golpe de objetos que llaman sin respuesta.

Así habla Neruda de su arte en el tomo I. Y en el II, donde su personalidad poética se ostenta madurada y sus tendencias se precisan hay otro poema, No hay olvido (Sonata), que es también autoexégesis y que dice así:

Si me preguntáis en dónde he estado
debo decir "Sucede".
Debo de hablar del suelo que oscurecen las piedras,
del río que durando se destruye
no sé sino la cosas que los pájaros pierden,
el mar dejado atrás, o mi hermana llorando.
Por qué tantas regiones, por qué un día
se junta con un día? Por qué una negra noche
se acumula en la boca? Por qué muertos?

Si me preguntáis de donde vengo, tengo que conversar con cosas rotas
con utensilios demasiado amargos,
con grandes bestias a menudo podridas
y con mi acongojado corazón.
No son recuerdos los que se han cruzado
ni es la paloma amarillenta que duerme en el olvido,
sino caras con lágrimas,
dedos en la garganta,
y lo que se desploma de las hojas:
la oscuridad de un día transcurrido,
de un día alimentado con nuestra triste sangre.

He aquí violetas, golondrinas,
todo cuanto nos gusta y aparece
en las dulces tarjetas de larga cola
por donde se pasean el tiempo y la dulzura.
Pero no penetremos más allá de esos dientes,
no mordamos las cáscaras que el silencio acumula,
porque no sé qué contestar:
hay tantos muertos,
y tantos malecones que el sol rojo partía,
y tantas cabezas que golpean los buques,
y tantas manos que han encerrado besos,
y tantas cosas que quiero olvidar.

De atmósfera, la desintegración y su dolor se han convertido en tema central: tiene que hablar del río que durando se destruye, de lo perdido, de lo abandonado, del llanto, de cosas rotas, de bestias podridas, de lo que se desploma de las hojas; tiene que hablar de todas esas muertes, y, sobre todo, de su acongojado corazón. Amargo y acre es ya el sabor de boca, dolor que ya no se resuelve en melancolía con complacencia estética, sino en angustia; caras con lágrimas y dedos en la garganta. Angustia de contemplar concretísimamente la perpetua desintegración de todo ser, del propio ser, éste es ahora el tema medular de la poesía de Pablo Neruda. Si su anhelo de vida le impulsa hacia valores apetecidos: "violetas, golondrinas, todo cuanto nos gusta", no se atreve a llegar hasta su raíz, porque sus ojos poéticos sólo ven la muerte, el morirse y la muerte acumulada, despojos y testimonios de muerte, el morirse rodeado del haber muerto: 

hay tantos muertos,
y tantos malecones que el sol rojo partía,
y tantas cabezas que golpean los buques,
y tantas manos que han encerrado besos,
y tantas cosas que quiero olvidar.


ANGUSTIA, ANHELO EN LA DESTRUCCIÓN

Ya en la madurez, unas poesías destacan el sentimiento de angustia y de ansia, como esa maravillosa Barcarola, donde la angustia se yergue como una víbora sobre su cola, otras insisten en el espectáculo de desintegración universal, como La calle destruida, Oda con un lamento, Melancolía en las familias, pero en el fondo de todas está el mismo encuentro del anhelo en la destrucción. El sentimiento se hace angustioso porque en medio de la general desintegración no hay abandono sino ansia y lucha: agonía. El poema donde se enfrentan con consciente insistencia el anhelo y la destrucción, el espíritu y la muerte, es Alberto Rojas Jiménez viene volando:

Sobre tu cementerio sin paredes
donde los marineros se extravían,
mientras la lluvia de tu muerte cae,
                        vienes volando.

Mientras la lluvia de tus dedos cae,
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen.
                        
vienes volando.

La desintegración poetizada es una peculiar visión del mundo, y la angustia que la acompaña tiene carácter metafísico. Pero la relación que guardan no es de causa a efecto, por el camino de la razón. Si Pablo Neruda ve como un incesante morir lo que Heráclito vio como el incesante cambiar de todas las cosas, es porque la desintegración de cada ser expresa la contextura emocional del contacto del poeta con el mundo y la vida. El poeta se angustia por el sentido de su vivir. Es la falta de ese necesario sentido lo que le hace ver la vida como un naufragio hacia adentro. Y el náufrago manotea procurando hallar un asidero fuera de sí. Pero el único sentido que entregan las cosas es el no tener sentido: el misterio de no tener sentido, de dejar al hombre sufriente totalmente desamparado en su angustia, sin prestarle el agarradero de un sentido. En su naufragio metafísico, el poeta se agarra de cada cosa, pero cada cosa se hunde con él, porque no le da el sentido necesario para su vida. Es esa falta de sentido para sí mismo lo que se traduce en la visión desintegradora. Su ansia insatisfecha de sentido es el mar de aguas amargas y espesas donde se cumple el propio naufragio. Aguas que salen de la intimidad del poeta, y crecen y se desbordan queriendo juntarse con las cosas del mundo: y el mundo se inunda perdiendo su forma, y las cosas son arrastradas en informe bamboleo y mezcla.


RELACIÓN ENTRE SENTIMIENTO E INTUICIÓN

El poeta sufre un apocalipsis sin Dios. Un apocalipsis perpetuo que está en la raíz de la vida, pues toda vida es movimiento, y todo movimiento es cambio, y todo cambio es pérdida de la entidad cambiada. ¡Sí lo presidiera siquiera un Dios terrible y justiciero, cuando no un Dios compasivo! Pero es un morirse hacia adentro, naufragando en el corazón y cayendo desde la piel al alma. La muerte a solas con el morirse, sin la esperanza y el temor de otra vida, sin la visión tampoco de la muerte como un descanso de la vida, o como una aliviadora anulación de la vida, antes bien aquí es donde de nodo tan paradójico se afirma la vida, como indomable rebeldía y angustia de morir. Ni rastro de religiones positivas, ni rastro tampoco de una fuerza divina de mero sentido metafísico, únicamente el título, Residencia en la Tierra, parecería aludir a creencias de las religiones orientales; pero si es así Pablo Neruda ha vivido unos años en Oriente en los poemas no interviene esta concepción ni como secretamente viva ni declarada en ninguna parte.

Por eso, la angustia de esta poesía, como que encuentra cerradas todas las salidas, se encrespa mordiéndose a sí misma

como una agua feroz mordiéndose y sonando.

Amado Alonso: Poesía Y Estilo De Pablo Neruda. Bs. Aires, Editorial Sudamericana, Segunda  edición, 365 Págs.


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