Marilú Ortiz de Rosas

EL AGUILUCHO NERUDIANO

Una leyenda más se ha escrito en torno a Neruda. Antes de morir, el poeta confidenció a uno de sus amigos que le gustaría volver a la tierra bajo la forma de un ave de rapiña. Varias personas han visto, a lo largo de estos años, a un aguilucho rondando las casas de Neruda, creando una fábula que ha crecido como un niño, como la descendencia no nacida del poeta.

Esta historia, con más ínfulas de marinero que de hijo de ferroviario, nace en Valparaíso: entre chirridos de ascensores y grúas, entre olores de mariscales, espuma de Océano Pacífico y petróleo. Neruda conversaba con Francisco Velasco, su amigo y copropietario de La Sebastiana, la singular morada que compartían en la cima de los cerros porteños.

Puede haber sido en alguna taberna bohemia, en una caleta de pescadores, o en la casa de ambos que debe su nombre a su constructor, el español Sebastián Collados. El doctor Velasco recuerda que fue aproximadamente diez años antes de la muerte del poeta, es decir, en los inicios de los años sesenta. Probablemente al calor de un buen vino y ya entrada la noche, llegaron al álgido tema de la reencarnación. Entonces, el poeta le revela a su amigo que a él le gustaría volver a la vida, si existiese tal posibilidad, bajo la forma de un águila. "... Aprendí de las aves/la sedienta esperanza,/la certidumbre y la verdad del vuelo.", dejó escrito en "Arte de Pájaros", el libro donde rinde homenaje a las aves de nuestro país.

De no ocurrir lo que pasó, esta conversación no habría trascendido sino como uno más de tantos delirios de medianoche en Valparaíso, ciudad que Neruda consideraba uno de los puntos más fosforescentes del mundo, según Volodia Teitelboim. Pero, una mañana, poco tiempo después de la muerte del poeta, Francisco Velasco encontró un gran alboroto en el barrio, al regresar a La Sebastiana. Todo el vecindario parecía indicar hacia la parte alta de la casa, donde había morado Neruda.

"ˇDoctor!, ˇDoctor! Algo raro pasa en la casa de don Pablo, parece que hay alguien adentro, -le dijo un joven que ayudaba en las labores domésticas, que le salió al encuentro-. Subimos cautelosos, y al entrar al living, vimos un águila de gran tamaño, con una mirada feroz y las garras listas para atacar".

Cómo podía haber entrado esa enorme ave de rapiña si todo estaba cerrado, es una pregunta que aún no pueden responderse. Revisaron toda la casa, que había permanecido clausurada durante meses. Finalmente, abrieron un ventanal de esos que le permitían al poeta dominar todo Valparaíso, y lograron hacer salir al águila misteriosa.

"Remontó vuelo y se perdió en la altura. Me vino inmediatamente a la memoria aquella vez que Pablo confidenció que, si hubiera otra vida, le hubiese gustado ser un águila".

El doctor llamó por teléfono a Matilde, la mujer de Neruda, que estaba en su casa del barrio Bellavista, La Chascona. "Era Pablo", contestó ella sin titubear, sin miedo y muy segura de sí misma. La misma reacción obtuvo de Teruca Hamel, gran amiga del poeta.

Velasco, que narra estos sucesos en su libro "Neruda, El Gran Amigo", nunca volvió a ver, ni a saber de esta ave. Considera que fue una anécdota, algo "no real". La poesía, para él, en cambio sí debe tener ahínco en la realidad. O no vale nada.

Visitas en la Chascona

El tiempo siguió su curso y se llevó en sus brazos a Matilde Urrutia de Neruda, el cinco de enero de 1985. En su testamento, ella establece las bases para crear, a partir de entonces, la fundación que lleva el nombre del poeta. Antes de finalizar ese verano, un terremoto sacude al país y La Chascona sufre daños considerables. Los miembros designados por Matilde para dirigir dicha entidad, se encargan de desocupar la casa para poder refaccionarla, guardando libros y objetos en cajas, en una bodega.

Una vez arreglada la morada, cuando estaban recibiendo de vuelta la multitud de paquetes, se produjo la segunda aparición del ave de rapiña.

"Era como un águila americana, de pecho blanco y gorda, que nos miraba", recuerda Marcela Elgueta. Se encontraba en las afueras de la biblioteca junto a su marido, Juan Agustín Figueroa, presidente de la Fundación Neruda, tratando de poner orden en ese caos.

Dando apenas crédito a lo que veían, deciden llamar al zoológico, que colinda con la propriedad de Neruda, para preguntar si no se había escapado un águila de sus recintos. Comentando el hecho con amigos, uno de ellos lo relaciona con el episodio de La Sebastiana y en particular con la confidencia de Neruda a Velasco, de la que los Figueroa no tenían idea. "Casi nos morimos cuando lo supimos".

Hoy, a la distancia, Marcela Elgueta sostiene que no fue sino una forma de Neruda de venir a reírse de ellos, "por el tremendo lío en que nos metió". Lo que corresponde a la personalidad del poeta, que además de sus versos era conocido por lo "chacotero". Su sentido del humor lo llevó a mandar construir, en La Chascona, puertas disimuladas en falsos armarios para salir a sorprender a sus amigos.

Mientras la fundación lucha durante más de dos años para obtener su personalidad jurídica, manos trabajadoras empiezan a invadir La Chascona, limpiando, ordenando clasificando, para establecer allí la sede de dicha entidad.

Hasta que una fría tarde invernal, del año 1987, las incipientes actividades se paralizan ante los gritos de "ˇUn águila!, ˇun águila!". Salen todos corriendo al jardín y divizan en lo alto de un añoso árbol, un gran aguilucho, que comienza a emitir su particular graznido.

"Se mecía con todo su garbo y no conforme con esta presentación, miraba con insistencia hacia la biblioteca", recuerda Ana María Díaz, actual Directora de la Casa-Museo de La Chascona. Muchas preguntas se hicieron entonces. żAlgunos cambios en su casa no eran de su agrado? O simplemente venía a verificar los arreglos, a comprobar la mantención de lo que en otra vida había sido suyo?

"El inesperado visitante seguía observando con una ligera inclinación de su cabeza aquel inusitado ajetreo y revuelo que causó su presencia...Finalmente, lanzó una última mirada hacia aquella casa, sacudió con vehemencia sus alas, como queriendo despedirse de todo aquello y emprendió un lento, pero seguro vuelo rumbo hacia las alturas, perdiéndose en la lejanía".

Los integrantes de la joven fundación comienzan a rastrear las huellas de las aves de rapiña en la obra de Neruda, y se dan cuenta de que el águila se manifiesta en ella como una constante, como una obsesión. Le dedica un poema en "Arte de pájaros", obra donde Neruda se autodefine plumífero: "Me llamo pájaro Pablo,/ave de una sola pluma,/volador de sombra clara/y de claridad confusa...". En "Alturas de Macchu Picchu", le canta al "Aguila sideral...", a los "nidos ásperos de roca", en "Estravagario".

Bautiza "La Manquel" aquella casa que compra en Normandía, Francia, cuando era embajador en París. "Esto significa águila, o cóndor en mapudungún", afirma Ana María Díaz. Además, la última casa que Neruda quería construirse se situaba a los pies del cerro Manquehue, que quiere decir "lugar de cóndores".

Libros sin etiqueta

La siguiente aparición del aguilucho se produjo en ocasión del aniversario de muerte de Matilde. Esta vez se instaló sobre el antiguo cerco de madera que deslindaba con el zoológico, el que fue una vez más consultado, inútilmente.

"Lo curioso es que no se movía de ahí. Todos subimos a mirarlo, le ofrecieron comida, pero él seguía impertérrito", recuerda Tamara Waldspurger, Directora de Bibliotecas y Archivos de la fundación.

Esta ave tenía la particularidad de ser mucho más pequeña que las observadas en ocasiones anteriores, por lo que Tamara se pregunta si no se trataría de Matilde, esta vez. Lo cierto, es que Ana María Díaz, que en la época trabajaba en el archivo fotográfico, partió a buscar su máquina, decidida a inmortalizar a este extraño, que tenía más pose de amo y señor que de visitante.

De las numerosas fotos que tomó, sólo en una apareció el aguilucho, lo que no hizo sino acentuar el ambiente de crispación que enfrentaban todos quienes trabajaban en los dominios de Neruda. Aunque lo más insólito estaba por suceder:

Sofía Vergara, abogado jubilada, que en la época abordaba la penosa tarea de clasificar y ordenar la voluminosa biblioteca de Neruda, se preparaba para dirigirse rumbo a La Chascona. Salió a su calle, hoy sembrada de pubs y restoranes, en las inmediaciones del sector de General Holley, cuando un estridente graznido la detuvo en seco. Un transeúnte, igualmente sorprendido, dijo lo que ella no se atrevía a pronunciar: "Es un águila".

En ese momento, Sofía pensó pedirle a aquel hombre su teléfono para que testimoniara de estos hechos, pero temió que la creyera loca. Y lo dejó perderse en la multitud anónima.

"Era un pájaro enorme, muy impresionante, especialmente para alguien que lo más grande que había visto antes era un zorzal".

Una década después, Sofía Vergara lo interpreta como un saludo que le hacía el poeta, aquel hombre que ella tanto estimó y admiró. "En ningún caso lo sentí como una hostilidad", revela.

Sin embargo, en ese entonces, le produjo una conmoción interna no sólo a ella, sino a muchos de quienes trabajaban en la fundación. Empezaron a cuestionarse si estaban haciendo bien sus tareas, si Neruda estaría de acuerdo con sus respectivas labores. Llegaron a buscar entre los escritos de Neruda respuestas a sus interrogantes y, en sus memorias, encontraron lo siguiente:

"Me place el libro, la densa materia del trabajo poético, el bosque de la literatura, me place todo, hasta los lomos de los libros, pero no las etiquetas de las escuelas. Quiero libros sin escuelas y sin clasificar, como la vida".

żEl poeta no aprobaba el afán de sistematizar e inventariar sus libros? żNo le gustaba que trajinaran entre sus cosas? ż O simplemente buscaba una forma de manifestarse en aquellos difíciles primeros años de la fundación que lleva su nombre?

Esas preguntas quedaron para siempre sin contestar. El aguilucho siguió apareciendo de vez en cuando, a lo largo de ese año. Se cuenta que también se le vió en Isla Negra, lo que es particularmente curioso, puesto que en la costa no se encuentran aves de este tipo. Y cuando se empezaron a acostumbrar a él, dejó de venir de visita.

Hace ahora más de una década que en ninguna de sus casas se ha divisado al aguilucho nerudiano y casi no se habla del tema. No forma parte sino del patrimonio anecdotario del poeta. De la leyenda.

Mas, desde que incara el diente a esta historia, a esta periodista también le ha venido cayendo un visitante no anunciado. La última vez ocurrió el día de mi cumpleaños pasado. Era una tarde de otoño resplandeciente y apacible, cuando un singular pájaro se vino a posar sobre las ramas de un árbol que da a mi terraza, la que mira al cerro Manquehue. "Un aguilucho", confirmó uno de mis amigos, que pronunció la palabra que de mi boca no salía. Cantó varias veces algo así como feliz cumpleaños en su agreste idioma rapiño y después de un prolongado rato se devolvió a sus alturas siderales.

Desde entonces, formo parte de aquel puñado de personas que ineludiblemente anda escudriñando el cielo y rastreando las copas de los árboles, en busca del "pájaro Pablo".

Marilú Ortiz de Rozas

 

Recuadro: La partida.

Pablo Neruda falleció el 23 de septiembre de 1973, en una clínica de Santiago, no en Isla Negra, como se creyó inicialmente. Se encontraba postrado, aunque muy lúcido, en su casa de la costa central, pero fue trasladado en ambulancia a la capital, cuando se agravó su estado.

El poeta estaba aquejado de un cáncer y su salud se deterioró rápidamente, lo que un año antes lo hizo renunciar a su cargo de embajador en Francia. "Soy como todos los mortales, inaplazable", había escrito en una de las tantas de invocaciones a la muerte, que selló en sus versos. Este tema ronda su obra de los últimos años, como si quisiera prepararse para recibirla.

Sus últimos días los dedica a redactar sus memorias, que quedaron interrumpidas. Matilde Urrutia, su mujer, y el escritor Miguel Otero Silva se encargan de la ordenación definitiva del original de "Confieso que he vivido", publicado póstumamente.

Neruda fue velado en La Chascona y en la confusión de aquellos días, fue enterrado inicialmente en el mausoleo de la familia Dittborn, que hizo dicho ofrecimiento a Matilde. Al poco tiempo, debió ser trasladado al patio México del Cementerio General. No fue sino en diciembre de 1992 cuando la fundación logró hacer realidad el deseo del poeta de ser enterrado en Isla Negra. Allí descansa, junto a Matilde, junto a sus olas, donde "El hombre en el océano se disuelve como un ramo de sal".

A más de un cuarto de siglo de su partida, en nuestro país y en los más diversos rincones del planeta, se sigue recordando a quién profesó en vano que "Aprenderemos a morir/A ser barro, a no tener ojos./A ser apellido olvidado".

M.O.R.

 

RECUADRO: AGUILA

(Geranoaftus Melanoleucus Australis)

Pájaro amargo, águila fría,
espada de las cordilleras,
inmóvil en tu eternidad,
en los años indiferentes,
en la piedra de la agonía.

Águila de plumas duras,
yo conozco tu idioma negro,
la amenaza de tus ciclones,
tu transparencia sanguinaria,
tus garras manchadas de muerte
y sé que vuelves derrotada
a tus montes de piedra y nieve,
al gran silencio de los Andes,
a la torre de las espinas.

La rosa siguió floreciendo,
el manantial hizo de nuevo
su conversación de cristal:
los nuevos nidos se poblaron
por orden de la primavera,
se extendió la liebre en el musgo
para parir en el crepúsculo:
desembocó la claridad
de la luna, de las estrellas,
como los ríos de un estuario
y allí sólo, tú, desvelada,
no nacías ni florecías:
estabas sola con la noche.

"Arte de pájaros".

 

Lecturas:

Muy conocida era la afición de Neruda a los "pájaros, pajarines, pajarracos, pajarintos, pajarantes". Les dedica un libro, "Arte de pájaros", publicado en 1966.

Desde muy joven Neruda se interesa por las aves y, según Volodia Teitelboim, pasa muchas horas del día observando su vuelo desde su ventana de Isla Negra. Neruda declara ser "Poeta provinciano, pajarero".

Las águilas, gozan de una veneración casi religiosa en algunas culturas primitivas y su imagen está presente en los escudos de armas de diversas monarquías e imperios, desde el romano, el napoleónico o el de los Reyes Católicos.

 
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