Por Isabel Lipthay

La Hormiguita evoca

 

 

Delia del Carril fue la compañera madura durante el período de persecución de González Videla. De la Guerra Civil Española. Del Canto General. Hoy día, sentada en su silla con 95 años recién cumplidos, recuerda sus tiempos de correctora de pruebas, de viajes, amigos, guerras, tertulias y disfraces. Fueron 20 años junto a Neruda, de los que confiesa que "lo más fuerte que me queda es una desilusión".

Sin embargo tiene una imagen del poeta cargada de gran ternura, tal vez por la gran diferencia de edades que los separaba, tal vez por su carácter fuerte, por ese sentimiento casi maternal que le inspiró el poeta.

"Pablo era un niño. Mejoró mucho de salud porque yo me preocupé. El nació de una mamá que murió tuberculosa a los tres meses de nacer el niño. Así es que el pequeño se gestó en un cuerpo enfermo".

De la madre de Pablo Neruda sabe que "era una mujer muy fina. La Mamadre, una santa. Pero Pablo tenía mucho de su padre. Eso de tener siempre gente a almorzar. Los amigos venían a pasar el día entero a esta casa, unas 20 personas en la mesa".

La guerra, el éxodo.

Delia, La Hormiguita -nombre que le pusieron en España por su terrible actividad- se arrellana entre frazadas, toma té, mira sus grabados gigantescos a medio terminar, cubiertos con tela para que no se le llenen de polvo. Asoman patas de caballo, los gigantescos caballos que son su tema de siempre. "Me tiene que llevar en silla de ruedas de pata en pata. Y como el caballo tiene que tener un lomo, entonces vienen a sujetarme".

Ella, la argentina de familia pudiente, rodeada del mundo cultural bonaerense, vivía allá "en una casa grande, llena de cortinas. Las sacaban al sol para que no se apolillaran. Era la casa más alegre del mundo". De la casa de los 13 hermanos llegó a España. Allí conoció a Neruda, entre García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti.

"La época más linda y más dramática fue la de España, terriblemente dolorosa. Fue la guerra que ganó el pueblo español, pero que la hizo perder el señor Franco. Hace la paz y se convierte en dictador. Hubo un congreso de periodistas en plena guerra. Estábamos Pablo y yo en la Alianza de Intelectuales. Fuimos los últimos en salir del país, con Alberti y María Teresa. Vivíamos en una casa muy hermosa en la frontera, dentro del campo de batalla".

Hernández, aún oliendo a ovejas con su oficio de pastor, con la poesía que ofendió al dictador, desapareció en las prisiones de España. Federico García Lorca había muerto, asesinado. Hubo que partir a Francia, ayudar a los exiliados y traerlos a Chile. Delia compartió la aventura dolorosa del Winnipeg , el barco en que vinieron. "Toda España se volcó a Francia. Sorpresivamente apareció un pueblo entero. Cómo cónsul, Pablo pidió a don Pedro Aguirre Cerda la entrada de los españoles a Chile. Los conservadores de acá hicieron toda una campaña diciendo que sólo traía asaltantes. Estaban llegando mujeres y maridos que se habían separado durante la guerra, al barco. En eso llegó la contraorden. Pablo dijo que iba él mismo en el Winnipeg o se pegaba un tiro. Cuando todo terminó bien, llegaron tarjetas de agradecimiento de don pedro".

"De los soldados denotados, más pueblo que señorito, mandó al que cortaba árboles, especialistas de cada industria, cosa que acá los industriales los contrataran al tiro. A pesar de ser poeta, hizo una cosa tan notable".

El poeta travieso.

Habían quedado atrás las noches en los cafés de Madrid. Las fiestas de circos, amigos disfrazados de equilibristas que caminaban por una línea imaginaria en el suelo. Los propios disfraces del poeta, que gustaba de hacer bromas a los amigos. Vestido de garzón "se puso delantal blanco, unos bigotes y barbita, y pasó chocando con los platos de los clientes en una fiesta muy elegante. Yo me quería morir y al mismo tiempo nos moríamos de risa porque ya sabíamos".

Delia no jugaba. Se quedaba mirando y riendo, celebrando las travesuras del poeta. Pero eso estaba muerto. Había que regresar a Chile, enfrentar la persecución de González Videla. "Estuvimos escondidos un año, de un lugar para otro. Estuvimos en Valparaíso en casa de pescadores. Solamente nos veían los chicos y los padres. Después a Pablo le consiguieron el pasaporte falso de un amigo. Dijo que no habría aguantado ese año de no ser por mí, por mi carácter. Salíamos en las noches a caminar un poco".

Neruda no dejaba de escribir un momento. En las buenas y en las malas la Hormiguita tomaba el lápiz y corregía los originales, las pruebas. "El como escritor, no era capaz. Es un clavo. Hacerlo era una ayuda muy grande". Y al tiempo que le ayudaba, iba manifestando acuerdos o desacuerdos literarios. "El lo decía: yo era muy severa. Pero no era ofensiva, era el censor más estricto".

"En general, me parecía una maravilla su poesía. Pablo tenía que escribir y yo tenía que vigilar que escribiera tranquilo. No podía dejar de escribir. Yo tenía que entretener a la gente, y para eso no había horas o días. Era la vida nuestra. Agarraba de pronto sus papeles y te dejaba que te las arreglaras sola".

 

Una torre en la Isla.

Entonces un día apareció la casa de Isla Negra. "Fue algo notable, por un aviso en el diario, con la dirección. Pablo me dijo: vaya usted y vea la casa, pero no me vaya a nombrar. Pero como yo no hacía las cosas como se le daba la gana...Era de un capitán de navío que bajó del barco con su guitarra. Los chilenos no lo dejaron irse y perdió el barco. Compró terrenos en Isla Negra, que en ese tiempo no tenían ningún valor. Me dijo: 'Pablo Neruda lo que quiera y cómo él quiera. Con lo que hizo por España...' Era muy chiquita. Tenía un comedor, un cuarto de baño y dos piezas de dormir. Una casita así chiquitita. Después Pablo hizo una torre, la transformó en un castillo. En Isla Negra la vida era muy sana, salíamos a caminar en esa costa llena de piedras".

Al parecer los caracteres también se encontraban. "De pronto Pablo se hacía antipático, no se entregaba. Entonces estaba yo para deshacer el hielo. Yo era muy alegre. ¿Qué es lo que me llamó la atención de Pablo? Nunca me llamó la atención. Sentía enternecimiento por él. El pobre Pablo pasó una vida muy ajustada. Los Juegos Florales lo hicieron célebre, cuando era aún un mocoso recién llegado de Temuco".

Con este "muchachito" Delia recorrió el mundo, admiró el Canto General surgido de su viaje por América. "Cuando renunció a su carrera diplomática, de todos los países americanos comenzaron a invitarlo. De Colombia, Brasil. Estuvimos en la Cuba de Batista. Iban los norteamericanos a hacer lo que no podían hacer en su país. Después conocimos la Cuba de Fidel. Estaba Sartre. Fue una cosa maravillosa".

De todas las obras del poeta, se queda con el Canto General . Porque ningún colombiano había hablado así antes de su país, ni ninguno de los países mencionados en el Canto. Creo que más allá de esa obra no se puede llegar. Allí Pablo es muy chileno y al mismo tiempo representa a toda América Latina".

 

 

 

Isabel Lipthay, periodista, escritora y cantante chilena, radicada en Alemania desde 1983 a causa de la dictadura militar, realizó la presente entrevista a Delia del Carril en noviembre de 1979, fecha en que fué publicada en la revista "Hoy".
Su trayectoria como periodista en television, radio Chilena, las revistas Hoy, Análisis, Apsi y Mensaje, entre otras, sumada a su trayectoria literaria y musical, ha producido una variada obra que va desde la poesía al relato, pasando por una dilatada trayectoria con el "Duo Contraviento". Su obra fundamentalmente se ha desarrollado en Alemania, donde ha recibido importantes reconocimientos. Sus libros "Curiosas Plantas" y "Aquel Encuentro", publicados en Alemania, son bilingües.

 
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