XXIV

TESTAMENTO
(2)

    DEJO mis viejos libros, recogidos
    en rincones del mundo, venerados
    en su tipografía majestuosa,
    a los nuevos poetas de América,
                                             a los que un día
    hilarán en el ronco telar interrumpido
    las significaciones de mañana.

    Ellos habrán nacido cuando el agreste puño
    de leñadores muertos y mineros
    haya dado una vida innumerable
    para limpiar la catedral torcida,
    el grano desquiciado, el filamento
    que enredó nuestras ávidas llanuras.
    Toquen ellos infierno, este pasado
    que aplastó los diamantes, y defiendan
    los mundos cereales de su canto,
    lo que nació en el árbol del martirio.

    Sobre los huesos de caciques, lejos
    de nuestra herencia traicionada, en pleno
    aire de pueblos que caminan solos,
    ellos van a poblar el estatuto
    de un largo sufrimiento victorioso.

Que amen como yo amé mi Manrique, mi Góngora,
mi Garcilaso, mi Quevedo:
                                    fueron
titánicos guardianes, armaduras
de platino y nevada transparencia,
que me enseñaron el rigor, y busquen
en mi Lautréamont viejos lamentos
entre pestilenciales agonías.
Que en Maiakovsky vean cómo ascendió la estrella
y cómo de sus rayos nacieron las espigas.

La presente Antología de Pablo Neruda es publicada con fines de difusión y estudio de la obra del Poeta y está prohibida su
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