Pablo
Neruda
por
Ramón Gómez de la Serna
Fui de los
primeros que se dieron cuenta de que él era portador de la verdad
poética nueva en el castellano universal, ni el de allí ni el
de acá, sino el que está por encima de todos en la estratosfera.
Muchos mezclaban
las cosas más crudas a la poesía en una confusión inconcebible,
pero el único que hizo eso de un modo concebible fué Neruda.
Pablo Neruda
es un poeta con algo de mago que trasmuta las piedras.
Su aspecto
es el de un pierrot muerto, aunque le han dicho que tiene cara
de launa engripada y él ha definido su rostro herméticamente
cerrado en un verso inolvidable:
Cuando
me ven llegar con mi cara de cárcel.
¿En qué
quedamos? Con Neruda no se puede quedar absolutamente en nada.
En su poesía
se pisa en blando como si anduviésemos sobre un inmenso monstruo
del que no podemos ver la cabeza ni la cola.
Neruda era
un hombre solitario entre los hombres, que sin embargo se sentía
entre ellos, y cantaba al hombre y a sus instintos de gran pirata.
En sus primeros
libros no acaba de estar él sino sus atisbos, y el hallazgo
va a tardar porque Neruda es ante todo el indolente, el apático,
el que se queda sentado un año ante una cosa.
No
me interesa relatar cosa alguna, dijo en el prologo de
El habitante y su esperanza, y en ese mismo prologo
añadía: Yo tengo un concepto dramático de la vida, y romántico;
no me corresponde lo que no llega profundamente a mi sensibilidad.
En ese libro,
sin embargo, ya hay cosas nerudianas, y en sus páginas se destaca
un espejo de luna nublada de donde salen corriendo los
días jueves, y percibe como atravesando la tierra un
grave olor de espadas polvorientas.
Como Voltaire
dijo que las cosas que no valen la pena de decirse se
cantan, Neruda, después de ese retrato, emprende con más
vigor el camino del verso.
Ya en Los
20 poemas y una canción desesperada, el sol que amanece
pega en la tapia.
Cayó
el libro que siempre se toma en el crepúsculo y como un perro
herido rodó a mis pies mi capa.
Compara
los blancos y suaves dedos con las uvas, y dice que el
agua anda descalza por las calles mojadas.
La mujer
corretona y apasionante pasa constantemente por sus poemas:
Siempre,
siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre
borrando estatuas.
Mira al
mar de donde le ha de venir la consigna:
El
cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
De esos
éxtasis frente al mar, de marinearle a través de la gineta de
la larga costa de Chile que parece festonear medio mundo-,
de sus viajes después por el Pacífico y el Atlántico, nace su
definitiva poesía, la que escribe vestido de jerga marina, en
los seguros puertos, y que aun tan influída por el mar se titulará
Residencia en la tierra.
Hay ruido
de mar, pero la mescolanza suprema la encontró en la cueva próxima
a él, donde anidaba el eco de los vientos brujescos.
Tiene para
la tierra ese beso que el aviador la da arrodillado y tumbado
sobre ella cuando vuelve del más arriesgado vuelo.
Hay en su
poesía por eso frenesí por lo terrestre y miedo al mar, y como
en medio de todo es eminentemente chileno, hay en los valparaísos
de sus versos esa rotura de temblor y terremoto que sufren los
valles paradisíacos interrumpidos por cordilleras y abiertos
al mar.
El verso
comienza blando, pero en la curva de su cadera se siente el
empujón que le da el acantilado y la ola.
Golpean
sus versos como la ola en la escollera, y se ve que el poeta,
que es un buzo sin escafandra, se mueve entre la cosas terrestres
como un naufrago salvado que bebe vino.
Neruda con
todo eso encontró lo épico sin sentido, lo épico de la pasión
más que de la abstracción, y tramó sus cosas con la greda negra
que es el orgullo de arte popular chileno.
Ya está
lejos Rabindranath, el diablo amanerado y melindroso de mimosería,
y se destaca Neruda con un perfume salitroso y salobre en medio
de la poesía nueva con palomas y cáncer.
Hubo un
momento sin embargo en que creí que peligraba de muerte cierta
clase de poesía por haberse metido en el tremendal de las circunstancias,
pero como ha dicho el poeta surrealista Artaud: Cuando
la guerra se va, la poesía entra.
Ya la prosa
esperaba engullirse a esa poesía, porque la prosa es la tierra
a que va a parar el nuevo cadáver de la poesía, el cadáver
exquisito.
Pero el
jinete del caballo verde había salvado el abismo.
La biografía
del nuevo adalid es breve.
Su verdadero
nombre es el de Neftalí Reyes que suena a árabe judesco
de Toledo-, y nació en Parral (Chile) el 12 de Julio de 1904,
de una maestra primaria él que sólo querrá enrevesar las
pedagogías- y de un maquinista de tren.
De niño
pasa a Temuco donde cursa humanidades en el Liceo y donde adopta
su seudónimo de Pablo Neruda-quizá en recuerdo del cuentista
checo, autor de páginas arabescas y humorísticas, y de un libro
de versos Flores del Camposanto-saturándose de lluvias,
de viento y de mar en ese extremo meridional del mundo, asomado
a los muelles de Carahue llenos de mástiles y velas.
No olvidará
nunca su ostrícola acantilado como si en aquellas playas últimas
hubiera visto llegar, traídas por el viento y el mar, las cosas
envueltas en algas desgajadas, como en un naufragio del norte
hacia el sur.
Allí mordió
las imágenes como un pescador a diente limpio, inspirándose
en bahías perdidas, en islas del hambre, entre piedras con ojos,
en campos magnéticos, como un reminiscente de su isla chilena,
de esa isla de Pascua en la que está las más grandes carátulas
misteriosas.
En 1921
se traslada a Santiago donde llega a hacerse profesor en el
Instituto Pedagógico renunciando poco después a su carrera.
Como libro
que sólo queda en el registro de los críticos, está su Canción
de Fiesta de 1921.
Después
aparece Crepusculario (1923), siendo de la misma
fecha aunque permanece inédito hasta 1933 El hondero entusiasta.
A continuación
vienen los Veinte poemas y una canción desesperada
(1924), la Tentativa del hombre infinito (1925),
Anillos, en colaboración con Tomás Lago (1926).
En ese momento
su destino va a tomar vuelo y Neruda va a ser el inconfundible
Neruda.
Nombrado
para una misión diplomática, pasa cinco años en Oriente, primero
en Rangoon (Birmania), hasta fines del 27; después Siam, Cambodge,
Anam, Japón, China, Calcuta, Ceilán, viviendo dos años en Colombo,
en el suburbio de Wallawatha.
En 1930
fija su residencia en Java, donde se casa con una javanesa de
origen holandés, hasta que en 1932, a bordo de un buque de carga,
el Forofric, vuelve a Chile.
Es la hora
de su libro capital y revelador Residencia en la tierra.
En Buenos
Aires coincide con nuestro gran poeta García Lorca y los literatos
más difíciles y mejores les reúnen en sus fiestas despilfarradoras.
El P. E.
N. Club ofrece a entrambos un banquete y en los postres se levantan
los dos poetas y lanzan un discurso en colaboración sobre Rubén
Darío:
NERUDA.
Señoras...
LORCA. -
... y señores: Existe en la fiesta de los toros una suerte llamada
toreo al alimón, en que los dos toreros hurtan su
cuerpo al toro cogidos de la misma capa.
NERUDA.
Federico y yo, amarrados por un alambre eléctrico, vamos
a parear y a responder esta recepción muy decisiva.
LORCA.
Es costumbre en estas reuniones que los poetas muestren su palabra
viva, plata o madera, y saluden con voz propia a sus compañeros
y amigos.
NERUDA.
Pero nosotros vamos a establecer entre vosotros un muerto,
un comensal viudo, oscuro en las tinieblas de una muerte más
grande que otras muertes, viudo de la vida, de quien fuera en
su hora marido deslumbrante. Nos vamos a esconder bajo su sombra
ardiendo, vamos a repetir su sombra hasta que su poder salte
del olvido.
LORCA.
Nosotros vamos, después de enviar nuestro abrazo con ternura
de pingüino al delicado poeta Amado Villar, vamos a lanzar un
gran nombre sobre el mantel, en la seguridad de que se han de
romper las copas, han de saltar los tenedores, buscando el ojo
que ellos ansían, y de que un golpe de mar ha de manchar los
manteles. Nosotros vamos a nombrar al poeta de América y de
España: Rubén.
NERUDA.
Darío. Porque señores...
LORCA.
Y señoras.
NERUDA.
¿Dónde está en Buenos Aires la plaza de Rubén Darío?
LORCA. -
¿Dónde está la estatua de Rubén Darío?
NERUDA.
Él amaba los parques; ¿dónde está el parque de Rubén
Darío?
LORCA. -
¿Dónde está la tienda de rosas de Rubén Darío?
NERUDA.
- ¿Dónde está el manzano y las manzanas de Rubén Darío?
LORCA. -
¿Dónde está la mano cortada de Rubén Darío?
NERUDA.
- ¿Dónde están el aceite, la resina, el cisne Rubén Darío?
LORCA.
Rubén Darío duerme en su Nicaragua natal bajo un
espantoso león de marmolina, como esos leones que los ricos
ponen en sus casas.
Así continuó
el dialogo oratorio de los poetas definiendo las excelencias
de Rubén Darío y ofrendándole el laurel del homenaje.
En 1934
va a Barcelona como cónsul de su país y en 1935 está ya en Madrid
encargándose de ese mismo consulado en la capital de España.
Es cuando
le conozco con más intimidad y me encaro con su rostro extraño
de pierrot exclaustrado.
Concita
todo el oleaje poético a su alrededor.
Supimos
que había dicho con cierto orgullo Mi llegada a España
tendrá la importancia de la llegada de Rubén Darío hace años
y nos pareció bien su dicho.
Sólo un
poeta, grande pero rijoso, Juan Ramón Jiménez, le salió al paso
con saña. Era la mejor señal de que había llegado el poeta anunciador
de los nuevos tiempos y enterrador de los otros. Ya lo dijo
Oscar Wilde: La poesía de un hombre es el veneno de otro
hombre.
Se veía
que era el poeta que viene después y de cuyas adquisiciones
ya no puede valerse el ex maestro porque son secretas e inauditas
revelando otra elocuencia y otra emoción.
Juan Ramón
ya no comprendía aquella trasmutaciones y llegó a creer que
el poeta pegaba las cosas sin ton ni son en su tablero y habló
de Whitman y empleó la palabra prohibida, la palabra mosaico.
Está perdido para la futuridad por más que ya tenga ganado el
pasado. Pagará caro el haber dicho de Neruda es un gran
mal poeta.
Como desagravio
se hizo una tirada especial de sus tres poemas inéditos, los
admirabilísimos Tres cantos materiales y a la cabeza
de esa tirada apareció este preámbulo firmado por los mejores
poetas de la España contemporánea.
El preámbulo
decía:
Chile
ha enviado a España al gran poeta Pablo Neruda, cuya evidente
fuerza creadora, en plena posesión de su destino poético, está
produciendo obras personalísimas, para honor del idioma castellano.
Nosotros,
poetas y admiradores del joven e insigne escritor americano,
al publicar estos poemas inéditos últimos testimonios
de su magnífica creación- no hacemos otra cosa que subrayar
su extraordinaria personalidad y su indudable altura literaria.
Al
reiterarle en esta ocasión una cordial bienvenida, este grupo
de poetas españoles se complace en manifestar una vez más y
públicamente su admiración por una obra que sin disputa constituye
una de las más auténticas de la poesía de lengua española.
RAFAEL
ALBERTI, VICENTE ALEXAINDRE, MANUEL ALTOLAGUIRRE, LUIS CERNUDA,
GERARDO DIEGO, LEÓN FELIPE, FEDERICO GARCÍA LORCA, Jorge GUILLÉN,
PEDRO SALINAS.
MIGUEL
HERNÁNDEZ, JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS, LEOPOLDO Y JUAN PANERO, LUIS
ROSALES, ARTURO SERRANO PLAJA, LUIS FELIPE VIVANCO.
Es engañarse
con Neruda decir que sólo es un fenómeno americano cuando lo
prodigioso en él es que vuelve a ser lo universal, el poeta
que ha entendido el mensaje que va de ártico a ártico, señalando
con flechas su corriente submarina y conservando su misterio
templado por entre los mares fríos.
El verbo
da su dictamen sin mirar a lo cercano, en una forma insuperable
que no es cantar de mandolina, sino rumor de vuelta de la vendimia,
de la pesca del delfín, de la vuelta del crimen, del olvido
y dela huída, libre el hombre de nuevo al reintegrarse al puerto
de su embriaguez desesperada, cuando lo material se presenta
en forma de vaso de vino, pan y cuchillo.
Oigámosle
en su borrachera, en lo entrecortado de su hablar porque está
diciendo las palabras claves y no otras.
Rompió el
becquerianismo andaluz que aún quedaba en Juan Ramón y volvió
a hacer la poesía vagarosa.
Cuando aún
muchos poetas miraban al cielo para obtener la revelación, Neruda
encuentra la inspiración subceleste y subterránea.
Con la influencia
de sus viajes, de sus lecturas, que enlazaban en cadena todo
el arte contemporáneo el ángel de la sustitución
al funesto alegórico- y con la compañía de España,
Neruda llega al canto material, a la entrada en las cosas ni
imagen, ni palabra sola, penetración- ya lejos de la rodaja
de la luna.
¡Con qué
naturalidad lanzó un día en Madrid sus Tres cantos materiales,
que serán gloriosos poemas de la literatura antológica del futuro!
Así como
Rubén alcanzó a Verlaine, Neruda llega a Baudelaire:
Hoy me
he tendido junto a una joven
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
El poeta
queda satisfecho y como gran nochero que recorre el Madrid nocturnal
con los más alegres poetas, en la madrugada se le encuentra
en una taberna de la calle de la Luna -¿qué mejor sitio para
los lunáticos?- donde hay el mejor vino de la tierra y los mejores
y más copiosos menudillos.
No es vana
la residencia en la tierra del poeta que ha salvado a
la realidad dándola curso ideal en su poesía.
Ha aparecido
su revista Caballo verde y en ella escribe con el
título de Conducta y Poesía su contestación al poeta
vengativo, al iracundo T. N. T. de la poesía, a J. R. J.
cuando
el tiempo nos va comiendo con su cotidiano decisivo relámpago,
y las actitudes fundadas, las confianzas, la fe ciega se precipitan
y la elevación del poeta tiende a caer como el triste nácar
escupido, nos preguntamos si nos ha llegado ya la hora de envilecernos.
La
dolorida hora de mirar cómo se sostiene el hombre a puro diente,
a puras uñas, a puros intereses. Y cómo entran en la casa de
la poesía los dientes y las uñas y las ramas del feroz árbol
del odio.
¿Es
el poder de la edad o es, tal vez, la inercia que hace retroceder
las frutas en el borde mismo del corazón, o tal vez lo artístico
se apodera del poeta y en vez del canto salobre que las profundas
olas deben hacer saltar, vemos cada día al miserable ser humano
defendiendo su miserable tesoro de persona preferida?
¡Ay,
el tiempo avanza con ceniza, con aire y con agua! La piedra
que han mordido el légamo y la angustia florece pronto con estruendo
de mar, y la pequeña rosa vuelve a su delicada tumba de corola.
El tiempo lava y desenvuelve, ordena y continúa.
Y
entonces, ¿qué queda de la pequeñas podredumbres, de las pequeñas
conspiraciones del silencio, de los pequeños ríos sucios de
la hostilidad? Nada, y en la casa de la poesía no permanece
nada sino lo que fue escrito con la sangre para ser escuchado
por la sangre.
Editado
por Cruz y Raya aparece en dos nutridos tomos su
Residencia en la tierra con un gran éxito de librería.
Alguna noche
de Pombo el poeta recita su poesía como en agonía, como dicen
que habla de lenta y concienzudamente en su terruño, como en
melopeya en que hace contraste la inmortalidad de que está dotados
sus versos y la mortalidad del poeta y su voz de padre.
Toda la
vida literaria está soliviantada por la presencia del gran poeta
y se le discute en muchos sitios.
La Revista
de Occidente acaba de publicar unos versos suyos y en
la tertulia de la tarde un notario llega con su protesta:
-¿Qué es
eso de Sin embargo sería delicioso asustar a un notario
con un lirio cortado...? ¡Que conste que a mí no me asustan
los lirios cortados!
Neruda impera.
Tenía razón su autoprofecía.
Es la venosidad
cósmica y va más allá de lo sensorial acostumbrado.
Me
limitan en vano mis sentidos
dulces flores que se abren al viento.
Neruda es
en poesía como río de cosas, de polvo, de lodos fértiles.
No ama ni
deja de amar, no tiene clave, no es esotérico y su naturalidad
es magnífica. Él sólo va arrastrado por la fuerza del sino y
descubre el paisaje que ve desde su canoa sin remos. Ni se lamenta,
ni llora aunque lo diga- , sino que pasa y ve pasar.
Estoy
mirando, oyendo,
con la mitad del ama en el mar y la mitad del
alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma, miro al mundo.
Pertenece
todo lo que muestra al confuso río de la material desmaterializado
que pasa bajo los puentes a los que el poeta se asoma ensimismado
viendo armarios de luna náufragos como alevines de estanques
y charreteras convertidas en medusas de oro.
Su poesía
es directa y terminante:
Y
water-closets blancos despertando con ojos de madera, como palomas
tuertas, y sus gargantas anegadas suenan de pronto como cataratas.
La poesía
de Neruda es una especie de anunciación que chapotea en la cueva
de los acantilados y tiene una baba marina inimitable.
Le ha llegado
el eco y no hay nadie que se lo pueda quitar ni imitar. Preferible
es que busquen otro eco y si no lo encuentran, que permanezcan
en su sombra.
Cuando a
él le dictan su poesía las vueltas zodiacales, Neruda no dice
más que las palabras justas que oye al minotauro, al centauro,
o al ser sirenaico.
Por eso
al volverse contra él, Juan Ramón Jiménez se convirtió, el poeta
español, en náufrago despeñado, golpeado contra las peñas de
su orilla y me dio pena verle con la frente abierta, sangrante
y cartígada, desfigurándose por momentos.
El mar de
Rubén es bueno, pero el mar de Neruda es más sargacesco.
Rubén escribe
en las costas normandas:
Espejos
de las vagas ciudades de los cielos,
blanco y azul tumulto
de donde brota un canto
inextinguible!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . .
Magnífico,
sonoro,
Se oye en las aguas como
Un tropel de tropeles,
¡tropel de los tropeles de tritones!
Neruda amontona
cosas y matices en sus versos del mar que no son versos de grandes
tiradas y que abundan en la redundancia que es el horror del
mundo:
EL RELOJ
CAÍDO AL MAR
Es
un día domingo detenido en el mar,
un día como un buque sumergido,
una gota del tiempo que asaltan las escamas
ferozmente vestida de humedad transparente.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . .
Los pétalos
del tiempo caen inmensamente
como viejos paraguas parecidos al cielo,
creciendo en torno, es apenas
una campana nunca vista,
una voz inmunda, una medusa, un largo
latido quebrantado.
Todo la
ha hecho suyo Neruda y lo ha hecho suyo, como el navegante solitario
la barca en que sale al poderoso mar.
Dominado
por una fértil y frenética espiritualidad puede hablar de ratas
y albañales y descubrir al sátiro. Horacio ya dijo que el poeta
es el intermediario de los dioses y hace que se tornen benignos
los del Olimpo y los del Averno.
Sus contestaciones
a los enigmas son de una posibilidad más ardua y la medicina
de sus imágenes trata de otra manera la jaqueca del siglo.
Las metáforas
son extraordinarias:
Y
una satisfacción de casa vieja por sus murciélagos.
Carteles de los cines en que lucha la pantera y el trueno.
Un rumor de medias de seda acariciadas.
Y una paloma muerta como un número.
Torres de aire verde.
Del río que durando se destruye.
Y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus
ojos.
Color azul de pájaro de olvido.
La muerte
le acecha con tenacidad y por eso está aludida en sus poemas,
habiéndose inspirado la que es quizás su mejor poesía:
SÓLO LA
MUERTE
Hay cementerios
solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
obscuro, obscuro, obscuro,
como un naufragio havia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.
Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
Yo veo sólo, a veces,
ataúdes a vela,
zarpar con difuntos pálidos, como mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la
muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.
A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan,
y su vestido suena, callado, como un árbol.
Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con el verde enlutado de una hoja de violeta,
y su grave color de invierno exasperado.
Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos,
la muerte está en la escoba,
es la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres,
sopla un sonido obscuro que hincha las sábanas,
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla,
y hay camas navegando en un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.
Nadie como
él para variar la idea de las pesas y medidas y encontrar el
nuevo matiz:
Su
ola de peso pálido.
Tiene el
asombro del reloj, como si fuera la delicada flor reorganizada
de todo lo que aspira a volver y lo ve caer en el mar como una
gran catástrofe después de deslizarse por tierra.
El
reloj que en el campo se tendió sobre el musgo y golpeó una
cadera con su eléctrica forma.
Está lleno
de sustancias de vida y sustancias de muerte mitad y mitad-,
de despedidas entrañables, de responsos nuevos, debiéndose saber
que dentro de la incongruencia hay dos clases, la incongruencia
de oro y la incongruencia de plomo.
Es la lograda
heterogeneidad con entrada en las cosas, que es algo más que
entrar en los gabinetes, en los paisajes o en los bailes.
El poeta
es el banquero alucinado y tenemos que tener fe en él cuando
nos lleva hacia lo inanimado.
Neruda sabe
como nadie que todo el Arte copia al hombre desde el más inverosímil
al más verosímil.
Con esa
fortaleza y sin egoísmo, es quizás el que más seriamente hace
lo que hace.
Adolfo de
Obieta acaba de decir que lo que hay que tener es conciencia
del Arte profundo y reflejo que no alude a la exigencia de inteligibilidad
lógica sino al implacable rigor del artista en su concepción
de la obra como finalidad y como totalidad esencial autónoma.
Este rigor se manifiesta en doble sentido; por discriminación
del objeto y por discriminación de los medios de realización.
Las imágenes
y los monstruos de Neruda crean una geografía fluida y desconocida.
Fantasma
de coral con pies de tigre.
Caigo en el imperio de los nomeolvides.
La noche ha abierto sus puertas de piano.
Salmones azulados de congelados ojos.
Silencio galopando en caballos sin patas.
Porque todas las aguas van a los ojos fríos del tiempo
que debajo del
océano mira.
La Luna carcomida por los gritos del agua.
Y se cubren de escamas los pescados nupciales.
Cuando ríes con risa de arroz huracanado.
La espiga muerta yace con su olor a relámpago.
Las amapolas negras que nadie puede contemplar sin morir.
Color azul de exterminadas fotografías.
Neruda en
1936, ha conseguido su mayor éxito y le veo por última vez,
en vísperas de aquellos días luctuosos.
Vive en
la llamada casa de las Flores, y al cambiar ideas nos encontramos
en la misma posición de estilistas sentados sobre la columna,
pero después a los pocos días sucede lo insólito y queda dopado
de revolución, en un cambio brusco de pensamiento.
Refiriéndose
a eso alguien le ha dicho hace poco: usted ha cambiado
su derecho a la primogenitura por un plato de hechos.
Ciego como
Homero, va a ir cantando por entre las multitudes a las que
de pronto toma afición.
Por un extraño
designio del destino la casa de la Flores es lo primero que
arde en el Madrid subvertido.
Neruda,
después describe su barrio y el suceso:
Os
voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas
Desde allí se veía
con relojes, con árboles.
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las Flores, porque por todas partes
estallaban los geranios, era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, ¿te acuerdas?
¿Te acuerdas,
Rafael?
Federico, ¿te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en tanto
la luz dura de junio jugaba con tu pelo?
¡Hermano, hermano!
Todo
era grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercado de mi barrio de Argüelles con su estatua,
como un tintero pálido entre las merluzas,
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenas la calles,
metros litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo,
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y, desde entonces, fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Neruda vive
su poesía cara a cara y sabe intentar el azar bello que
no es azar- de las palabras el ornamento puro- que quita
a la creación el asco de procrearse.
En su gran
libertad de movimientos resulta a veces erótico, pero como no
lo ha hecho premeditadamente sino con violación espontánea no
resulta enseñado.
Es el que
ha batido el récord del modo más universal en español viendo
con más extensión y más en conjunto el tiempo que está más acá
hacia el porvenir y todo sin redundancia que es el horror del
mundo.
La verdad
es que este poeta aficionado a la salmuera mantiene fresca y
con el ojo dorado y transparente su poesía oceánica y así representa
la única forma moderna y posible de ser poeta.
Práctica
con fervor y prolijidad aquello que dijo Reverdy no siempre
vamos a citar a Valery- de que la poesía es un amor desmesurado
a la vida.
Yo he dejado
de verle hace años pero he sabido de sus triunfos y de su Canto
general a Chile, alegre de volver a su patria.
Voy
a escoger la flora delgada del nitrato,
voy a hilar el estambre glacial de la campana.
Y mirando tu ilustre y solitaria espuma
un ramo litoral tejeré a tu belleza.
patria, mi patria.
En México
sigue su rumbo exterior representativo que no acabo de comprender
en el poeta y por eso le hieren en la cabeza en el pueblo de
Cuernavaca y eso le hace subir a los estrados partidarios,
pero el gran poeta y nochero vive las espléndidas noches mejicanas
con su espiritual éxtasis.
En Méjico,
escribe su Canto para Bolívar, que comienza con
grandeza de esta forma:
Padre
nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire
de toda nuestra extensa latitud silenciosa,
todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada.
Tu apellido la caña levanta a la dulzura,
el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,
el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,
la patata, el salitre, las sombras especiales,
las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,
todo lo nuestro viene de tu vida apagada,
tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,
tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre.
Tu pequeño cadáver de capitán valiente
ha extendido en lo inmenso su metálica forma,
de pronto salen dedos tuyos entre la nieve
y el austral pescador saca a la luz de pronto
tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes.
Por fin,
establecido en Santiago de Chile, senador, premiado con el premio
nacional de 100.000 pesos, con casa propia que ha alhajado con
soñadas cosas, entre ellos los mejores caracoles del mundo,
Pablo Neruda pisapapeles logrado en cristal de roca con
floridas submarinidades metidas por milagro dentro- ha encontrado
un reposo que puede darle serenidad devolviendo al poeta su
soledad ingente.
en: Nuevos
retratos contemporáneos. Buenos Aires: Sudamericana, 1945,
pp. 269-286.