Pablo
Neruda en "Tres Cantos Materiales" [*]
por
Clarence Finlayson
El
Neruda definitivo es el Neruda de Residencia en la Tierra.
Su nombre indica limitación simbólica por cuanto el poeta vive
conscientemente ya la resquebrazón de lo bello al penetrar carcelariamente
en nuestro mundo de composición. Tiende Neruda, especialmente
en estos tres cantos materiales, a expresiones parciales, a
intuir elementalmente lo real. Logra con ello, en afán torturante
y trágico, purificación, espiritualización eidética, simple
como anillo geométrico. Los poemas que constituyen los Tres
Cantos Materiales son hermosísimos y de una profundidad inquietante.
Introducen al hombre en los grandes misterios silenciosos del
universo, de esos misterios cuyo silencio es sinfonía de estrellas.
El joven poeta español Luis Rosales ha dicho que la Gloria de
Dios nunca es silencio. Asistir a la vibrancia elemental de
lo real, de esa música primitiva, misteriosa, honda, infinitamente
perceptible de lo existencial, de aquella acción del Primer
Principio de las cosas, que a veces sentimos, intuimos con la
violencia de nuestra propia existencia, que sale y brota en
continuada creación de la posibilidad y de la nada, es contemplar
vitalmente, a modo de simpatía analógica con lo real, cuyo sonido
en nosotros repercute en forma de eco, despertando las sugerencias
inherentes a todo ente limitado y potencial, la eterna melodía
del universo, que en complejidad, múltiple y variada, recorrida
por un hálito hacia lo alto, aspiración de unidad, de lo compuesto
por hacerse simple, de lo material por volverse espíritu, del
lindero por rupturarse, expresa la armonía de la simple plenitud.
La
motivación poética es universal como el ente. Nunca está Dios
tan cerca de nosotros como cuando asiste a nuestro proceso creador.
En el creador, antes de crear, hay vivencia de dos seres. El
Yo y el no-Yo en angustia de parte luchan por desunirse. El
apartamiento es como la resurrección del Yo que se sentía morir.
Por eso que en el objeto amado --vaso de resonancias- hay viviendo
el complemento del yo: es el otro yo del amante.
El
creador tiende a borrar el límite separativo entre el Yo y el
no-Yo y por eso crea. La obra creada es como la pendiente natural
suave entre el Yo y el no-Yo. Toda creación tiende de suyo,
en la vida del hombre, a rupturar las propias fronteras del
espíritu que se conoce encarcelado. El creador, en el fondo,
tiende a hacerse todas las cosas.
Neruda
tiene la gran cualidad de la penetración y ella señala un gran
espíritu. Sólo el espíritu penetra. Si pudiéramos intuitivamente
entrar en el alma de las, cosas, asistir a su duración interior,
iríamos columbrando el futuro dentro de la vivencia del propio
presente que se alarga y al captar la melodía íntima vibraríamos
con su poesía. Entonces no habría artistas, porque el arte es
algo de artificio, a pesar de su espontaneidad, algo que separa
de lo material en sí, y todos seríamos artistas por naturaleza,
por respiración. Neruda ha penetrado en misterios ontológicos
en función poética, de una manera profunda. Tiene una conciencia
vigilante que le manifiesta arcanos, sectores escondidos envueltos
en misterio. Es conciencia del mundo, conciencia que vibra afuera
como adentro, tiende a ser conciencia del no-Yo y empapado en
su gran angustia, embebido, sumergido en terror cósmico primitivo
y salvaje, elemental y hondo, »como un párpado atrozmente levantado
a la fuerza estoy mirando«. En Neruda hay impulso tremendo y
eficaz por lo elemental. Con primitividad, con naturalidad sin
marcos, como flujo y reflujo de aguas, en invencible resaca
hacia las cosas, el espíritu nerudiano penetra en lo real, con
intuiciones sólidas, resonantes y sugerentes.
En
Tres Cantos Materiales el poeta se sumerge en el interior de
las cosas.
El
gran poeta poetiza todo. El éxtasis producida par lo pequeño
expresa más la grandeza del espíritu que se extasía. La belleza
de lo más material, cuándo es cogida, supone densidad vivida
de lo bello dentro de nuestro espíritu. Se manifiesta más lo
estrictamente formal poético. Y ésta es una tendencia general
de la poesía nueva: sincerarse, purificarse, echar fuera lo
no-poético, formal, ir en busca del proceso puro y simple.
Tres
Cantos Materiales son poemas densos, sintéticos de forma y planos.
Han sido muy diversamente juzgados por la crítica y por los
críticos. La mayoría se resiste a ellos. Sin embargo pocas veces
se ha logrado densidad poética más honda que estas producciones.
Son verdaderas joyas de arte, que como tales escapan al acaecer
del tiempo; Son inmortales.
Especialmente en ellos, Neruda, »en plena posesión de su destino poético«,
ha con quistado la supra e infraestructura de las cosas, su
imperio es ya armónico, camina por la unidad integral con señorío
de espíritu libre, extendiéndose por lo real a modo intensivo.
La pertinaz creación de Neruda, a ritmo y tono con la evolución
creadora de los seres, insistente y desnuda, eficaz y novedosa,
irrumpe en desesperada angustia, en anhelo renovado y crucificado
cada día, a las regiones de la materia vasta, con su ensombrecedora
ocultidad, con su oscura resonancia musical, como si quisiera
aprisionar el espíritu de aquello que carece de él.
Entremos
en breve análisis de uno de estos Tres Cantos Materiales:
ENTRADA
A LA MADERA
Con mi
razón apenas, con mis dedos,
con lentas aguas lentas inundadas,
caigo al imperio de los nomeolvides,
a una tenaz atmósfera de luto,
a una olvidada sala decaída,
a un racimo de tréboles amargos.
Caigo en la sombra, en medio
de destruidas cosas,
y miro arañas, y apaciento bosques
de secretas maderas inconclusas,
y ando entre húmedas fibras arrancadas
al vivo ser de substancia y silencio.
Dulce materia, oh rosa de alas secas,
en mi hundimiento tus pétalos subo
con pies pesados de roja fatiga,
y en tu catedral dura me arrodillo
golpeándome los labios con un ángel.
Es que soy yo ante tu color de mundo,
ante tus pálidas espadas muertas,
ante tus corazones reunidos,
ante tu silenciosa multitud.
Soy ya arete tu ola de olores muriendo,
envueltos en otoño y resistencia;
soy yo emprendiendo un viaje funerario
entre tus cicatrices amarillas;
soy yo con mis lamentos sin origen,
sin alimentos, desvelado, solo,
entrando oscurecidos corredores,
llegando a tu materia misteriosa.
Veo moverse tus corrientes secas,
veo crecer manos interrumpidas,
oigo; tus vegetales oceánicos,
crujir de noche y furia sacudidos,
y siento morir hojas hacia adentro,
incorporando materiales verdes
a tu inmovilidad desamparada.
Poros, vetas, círculos de dulzura,
peso, temperatura silenciosa,
flechas pegadas a tu alma caída.
seres dormidos en tu boca espesa,
polvo de dulce pulpa consumida,
ceniza llena de apagadas almas,
venid a mi, a mi sueño sin medida,
caed en mi alcoba en que la noche cae
y cae sin cesar como agua rota,
y a vuestra vida, a vuestra muerte asidme,
a vuestros materiales sometidos,
a vuestras muertas palomas neutrales,
y hagamos fuego, y silencio, y sonido,
y ardamos; y callemos, y campanas.
Hay
un instante en el proceso cognoscitivo, que se hace peculiarmente
intenso en la creación, en que el espíritu por una concentración
más densa y sostenida admite en la esfera de su visión los más
sutiles, simples y universales aspectos de lo real. El espíritu
entonces penetra, a lo insondable con pasmosa seguridad, la
estabilidad concedida por la intuición pura, para contactar
lo puro y vibrar con él en estrecho consorcio de simpatía, para
vivir el Yo en el no-yo. Se siente entonces lo objetivo como
subjetivo, el noYo como prolongación del Yo, el mundo toma un
aspecto yocentrista de resonancia y la existencia aparece como
vida.
Penetrar
elementalmente en los complejos del universo, contactando las
líneas primordiales, la arquitectónica categorial, es como intuir
materialmente el misterio ontológico, Neruda pone en los tres
poemas materiales, y especialmente en éste, densidad elemental
de penetración y de misterio. Limitándose a aspectos solitarios,
a realidades aisladas, por una concentración eficaz e intensa,
visión contemplativa y de amor-penetración - vispenetrativa
- fecunda y proyecta audazmente, lanza a todos vientos contenidos
de perforaciones materiales cósmicas. El sentido universal de
su intuición poética se basa, a mi juicio, en la interioridad
lograda con lo singular. A fuerza de penetrar en lo individuo,
en lo concreto y uno, toca el límite en que resuenan las maravillas
todas del mundo de lo real, armonías esenciales y existenciales;
coge hilo de unión simal que recorre todas las formas del universo.
Lo singular tiene valor universal en Lógica por cuanto es uno
y total.
Comienza
el poeta por manifestar el modo de que se ha servido para contactar
estos misterios, para perforar cortezas y romper superficies,
Neruda es conciencia vigilante abierta a ecos los más tenues
y profundos. Gritos y gemidos de lo inorgánico. Dinamismo y
vitalidad de lo muerto. Como captar el sonido de la existencia.
La
razón presupone la vida sensible y su experiencia y su intuición.
Ella nos aleja de lo individuo. Esto es inefable. La razón nos
aleja también, en cierto modo, de las vivencias de lo real.
Entiendo hablar de la razón en cuanto busca relaciones. Estas
permanecen uniendo términos y no las vemos existencialmente
en las cosas. Como accidentes en que la razón tiene que intervenir
en gran manera, dotados de existencia de otro orden, como si
no gozaran de la existencia de los demás fenómenos, las relaciones
son hilos tendidos a lo largo de las cosas en virtud de su infinita
analogía. En la percepción de las relaciones hay algo de incompleto
e imperfecto que conmueve más a la existencia, a la vivencia
vital más que a la razón tomada exclusivamente.
El
poeta va -vaso de resonancias, receptor de estos tenues hilos-
quitando poco a poco el velo de la Maya y aflorando sinfónicamente
a la conciencia, vagamente siempre porque es vaguedad de virtualidad
y ésta es eterna al ser creado, jironadamente en chispazos y
espumas, apolínea y dionisianante a la vez, las centellas del
misterioso Uno-primitivo-categorizado, reflejado categórialmente
en lo real y en el universo concretamente. Se abre la magia
y nos muestra sus entrañas. Neruda con intuición filuda camina
salpicando. Empapado ferozmente en la vivencia cósmica, siente
misteriosamente el resquebrajar de su dinamismo, gemido de lo
inconsciente, de lo inorgánico, experimenta el morir del acaecer
como la evolución creadora, que pertenece al futuro y al presente.
Con mi
razón apenas, con mis dedos,
con lentas aguas lentas inundadas,
caigo al imperio de los nomeolvides,
a una tenaz atmósfera de luto,
a una olvidada sala decaída,
a un racimo de tréboles amargos.
Entra
en la materia cayendo. Neruda se figura el mundo en ciclo y
caída: »todo se rompe y cae« ha dicho. Ve el mundo en función
de caída eterna. Su concepción cósmica-búdica muéstrale ciclo,
movimiento, devenir insistiendo hacia al no-ser, hacia la noche,
su dios. Caída en que ve pasar con hado inexorable todos los
elementos, unos tras otros. También con ella expresa el descenso:
va a hablar de lo inorgánico, de lo inferior y para ello busca
cambiar su conciencia por la de la madera, como si fuera posible
identificarse con ella. Anhelo de transformación por vía de
analogía y simpatía, el poeta se maderiza para escuchar el aliento
y la respiración de lo muerto.
La
materia es densa. Toda creatura es densa e impenetrable en última
instancia. Cae el poeta morosamente como »con lentas aguas lentas
inundadas« al imperio de los nomeolvides. Entrando a lo inorgánico,
lo muerto penetra a él: »a una tenaz atmósfera de luto«.
La
conjunción adjetival es expresivamente resonante y sugerente:
tenaz atmósfera de luto, esto es, ambiente que perennemente
por naturaleza es inconsciente e inorgánico, que insiste esencialmente
por una existencia de luto sin luminaria de vida y conciencia.
Sala
decaída adjunta el adjetivo olvidada y con ello se nos concede
vivencia de desolación, de soledad hacia abajo. En el primer
poema de »El Hondero Entusiasta«, para afirmar soledad dice
»solo como el primer muerto« y duplica soledad y simultáneamente
la intensifica: no basta sólo el estar solo consigo mismo porque
el que vive está en la conciencia y con lo real, sino que la
soledad completa antes de caer en la nota es la que expresa
de aquel ser ya muerto, que no se ve a sí mismo y que aleja
la existencia de otros muertos de la misma especie, ya que al
menos allí habría un contacto de corrupción con la especie,
o mejor dicho, con los individuos de la especie.
El
modo de penetrar cayendo es apenas racional, pues estamos contactando
lo individual inefable en forma existencial. El giro »con mis
dedos«, colocado a continuación de »con mi razón apenas« es
intensamente manifestativo: expresa de un solo golpe desesperación
por entrar, amor y ansia, fuerza instintiva de atracción, de
polaridad, de acercamiento a la identificación que ello constituye
el amor, rasguñando, sirviéndose inconscientemente, conducido
por la propia naturaleza de las cosas en este viaje interior
y profundo.
Al
caer al imperio de los nomeolvides se envuelve en ropaje de
muerte, se reviste orgánicamente de lo inorgánico -ausencia,
desolación enlutada- y cae en la olvidada sala decaída de 'lo
inadvertido.
Caigo
en la sombra, en medio
de destruidas cosas,
y miro arañas, y apaciento bosques
de secretas maderas inconclusas,
y ando entre húmedas fibras arrancadas
al vivo ser de substancia y silencio.
El
último verso es paradojalmente expresivo. Un poder vigoroso
de raigambre, de arrastre y dinamismo, sin cesar renovado, caracteriza
el estilo nerudiano. Siente el alma de la materia, su forma
substancial que es eminentemente acto, la experimenta como vida
al vivirla en la propia. El substantivo por antonomasia de substancia
hace aquí oficio de adjetivo. La madera es inerte, y la substancia
tiene cualidades análogas con respecto al absolutismo y a la
invariabilidad. La expresión nerudiana es profunda. El poeta
dice »andar entre húmedas fibras arrancadas al vivo ser de substancias
y silencio« con ella se muestra lo accidental fluyendo existencialmente
de lo noumenal. El adjetivo húmedas reproduce la visión taliana
del universo. Para Neruda, el mar es símbolo de Dios. Contempla
agua en el interior y exterior de lo real, empapado en substancia
divina.
Dulce
materia, oh rosa de alas secas,
en mi hundimiento tus pétalos subo
con pies pesados de roja fatiga,
y en tu catedral dura me arrodillo
golpeándome los labios con un ángel.
El
poeta al contactar las honduras vitales de la madera se siente
armonizado con ella en elan vital de existir, vive la fraternidad
del universo, la filiación divina lanzada colateralmente, analogía
hecha carne y ritmo, en espasmo de alegría que se expande, a
semejanzas de las intuiciones hermanales que da el vino. Y encuentra
dulce y cara la materia, envuelta en aspiraciones y en un dejarse
ir abandonadamente que es el fruto del amor -rosa de alas secas-
y vibra con ella en goce silencioso.
Al
hundirse hacia adentro sube los pétalos, asciende las vitales
floraciones. Se adentra »con pies pesados de roja fatigan: es
el amor que penetrando chorrea sangre, luchando y abriéndose
paso de violencia contra la impenetrabilidad natural, con demora
de tiempo, con cansancio de sacrificio.
Llega
a lo interior, al secreto de la materia, a lo místico, al templo
de la creatural inorgánico, y siente la emoción del misterio,
se arrodilla por el peso insondable del ser, que se vierte en
prolongación sacramental hacia lo infinito, y se golpea los
labios con un ángel, purificándose para expresar lo ignoto misterioso
y casi religioso, antes de revelar, sus maravillosos arcanos.
Siente la pureza que demanda al arrodillarse al brote y contacto
de la paridad elemental que ha visionado. Puridad que contempla
como substratum debajo lo real del universo, que colorea como
é1, en idéntica manifestación y sentido de algo igual, de algo
que es arrojado violentamente de la nada hacia el ser. Ve en
las pálidas espadas muertas la savia detenida, los vasos sin
tránsito, sus corazones reunidos apretadamente como multitud
silenciosa en recogimiento de muerte ante una tumba.
Es que
soy yo ante tu color de mundo,
ante tus pálidas espadas muertas,
ante tus corazones reunidos,
ante tu silenciosa multitud.
La
inmovilidad de la madera muertea en obscurecidos corredores.
El poeta se siente embarcado en un viaje funerario. El poeta
se autodefine para inconscientemente afirmar las analogías capacitatorias
que le habilitan para vibrar simpáticamente con las entrañas
de la madera. La categoría de la angustia, generada por la desoladora
visión conceptual del universo, cósmica y budista, aparece aquí
en el yo del poeta que se retrata con sus lamentos sin origen,
desconocedor de la causa, del no-ser que es para la conciencia
búdica. La ola de olores muriendo que le afecta e invade con
su invasión sostenida, envueltos en otoño y resistencia, en
acabamiento, en devenir ya descansado hacia la nada, en un aproximarse
de la muerte próxima, persiste en hálito agonizante, en resistencia.
El poeta manifiesta su viaje a lo inorgánico, viaje funerario
entre cicatrices amarillas, entrando por obscurecidos corredores
llegando a tu materia misteriosa. A esta última no le conviene
sino el gerundio con respecto a nosotros creaturas, que vamos
entrando sin llegar jamás a estación definitiva. La virtualidad
infinita de todo ser para nosotros es inherente a dos bases:
a nuestra potencialidad de límite y a que todo ente retrata
analógica y negativamente la Plenitud de Dios y su sinlimitación.
El misterio no es sino la prolongación del ser en virtud de
su analogía infinita: la sugerencia, el eco del sonido de lo
rico en lo pobre, sonido analógico del ser al trascenderse,
es decir, al transformarse en otro, al hacerse de otro modo
en nosotros. Por eso dice el poeta »llegando a tu materia misteriosa«.
Soy yo
ante tu ola de olores muriendo,
envueltos en otoño y resistencia;
soy yo emprendiendo un viaje funerario
entre tus cicatrices amarillas:
soy yo con mis lamentos sin origen,
sin alimentos, desvelado, solo,
entrando oscurecidos corredores,
llegando a tu materia misteriosa.
De
súbito ve el poeta cobrar vida a lo inorgánico, retrotrae hacia
atrás el tiempo. El movimiento de corrupción, movimiento catagenético
del ser, es semejante al devenir vital, pero hacia atrás. Afectando
la muerte al principio vital, éste es como abismo imantado de
atracción que atrae las superficies aun vivas, al menos no descompuestas
ante la vista, verduras de la madera, y asiste el poeta al primitivo
agonizar de la materia viva, caminando a pausas y con seguridad
y derechamente hacia la inmovilidad desamparada, como aquella
del primer muerto del Hondero.
Veo moverse
tus corrientes secas,
veo crecer manos interrumpidas,
oigo tus vegetales oceánicos
crujir de noche y furia sacudidos,
y siento morir hojas hacia adentro,
incorporando materiales verdes
a tu inmovilidad desamparada.
¡Y
comienza la oración a los elementos -verdaderas musas de Neruda!
Aparece la estrofa final con movimiento en brío y sostenido.
La poesía es la música de las imágenes. Goethe decía que poesía
era pensar por imágenes. Creo yo, después de meditar una experiencia
de Schiller, que lo apolíneo y lo dionisíaco de la vida se funden
en la realidad y que de allí puede obtenerse una definición
más perfecta, completa y explícita de la poesía. Poesía es creación
ella es el impulso de lo uno por hacerse múltiple, por resucitar
en otro de algún modo, es amor primordial y elemental. (La existencia
es el primer acto de amor.) (El amor en ella se sacia y penetra,
porque nada más íntimo que la propia existencia. El dinamismo
o la actividad del ser, respondiendo al propio inmanente conjuro
de su propia unidad eidética se realiza armónicamente. La armonía
es el orden latiendo en y por la unidad.) El amor y el espíritu
cogen en el ser su bondad en función de armonía y perfección
de esplendor espiritual que es la belleza. De ahí que el mismo
movimiento vital biológico tienda e irrumpa a manifestarse a
la conciencia en su música interior, en su propia y misteriosa
sinfonía. La poesía viene a nosotros de la infra y suprarrealidad
y sólo es poesía (para nosotros), cuando la contempla el espíritu.
Por eso el que crea es el ser todo, es el ser uno. Todo en último
término tiende a la gloria de Lo Uno. En la armonía dinámica
de los elementos se contempla un impulso y un sentido litúrgico
y sacramental. Los elementos se reúnen como libremente en un
juego de adoración. A primera vista creemos que lo que ellos
buscan es su prolongación de inmanencia, pero si vamos al fondo
vemos el hálito hacia lo Alto que recorre toda la realidad y
que en verdad lo primero buscado, aún sin conocerlo, es esta
adoración, este disponerse litúrgicamente y sacramental, para
expresar simbólicamente la gloria de Dios. La poesía es la música
espiritual de las imágenes. El poeta va en busca de un ritmo,
pero ya lleva dentro de sí ese ritmo, que se despierta al conjuro
mágico de la melodía eterna e inmanente que conducen los seres.
Simpatía de resonancias, arpa que vibra con lo semejante, recibiendo
sonidos de sectores los más lejanos, abiertos consciente o inconscientemente
a los vientos todos de la existencia y de lo real, el ser-conciencia
se pone como colocado en el medio de una encrucijada inevitable.
Neruda
acaba su poema en una oración. Las de la Iglesia desde tiempos
inmemoriales comienzan por una larga enumeración de atributos,
constituyentes del Ser a quien se dirigen, reconociendo que
adoración es reconocimiento de título y que mientras más se
conozca y más cualidades, más amor, más lados para querer.
Neruda,
poeta cósmico, se dirige a los elementos. Aquí, a los elementos
que constituyen la madera a la que pretende entrar para pedirle
por su íntimo secreto, para estrujarle su entrañable esencia.
Poros,
veas, círculos de dulzura,
peso, temperatura silenciosa
flechas pegadas a tu alma caída,
seres dormidos en tu boca espesa,
polvo de dulce pulpa consumida,
ceniza llena de apagadas almas.
Y
a estas letanías de nombres poéticos sigue su petición temblorosa:
venid
a mí, a mi sueño sin medida,
caed en mi alcoba en que la noche cae
y cae sin cesar como agua rota,
y a vuestra vida, a vuestra muerte asidme,
a vuestros materiales sometidos,
a vuestras muertas palomas neutrales,
y hagamos fuego, y silencio, y sonido,
y ardamos, y callemos, y campanas.
Tiende
el poeta a la unión transformadora con la madera, apagada y
a su vitalidad -ceniza llena de apagadas almas- y labrarse en
confusión. El sentido nocturnal del universo, sentido búdico
de la existencia retorna a aparecer; el poeta siente la noche
rondándole a cada paso, la siente interiormente y afuera, en
el yo y en el no-yo. La expresión poética es magistral:
caed en
mi alcoba en que la noche cae
y cae sin cesar como agua rota,
La
sensación de moribundez continua, de un agonizar lento, de un
imperceptible flujo y penetrar del no-ser, de la noche en el
interior, como agua rota que cae lentamente, seguramente, invadiéndolo
todo como un silencio líquido.
Palomas
indica significado de ramificación expresivo. Las palomas vuelan
en todas direcciones, ansias de vida y deseo. El poeta las quiere
aquí quietas, desapasionadas, neutrales.
Son
interesantes los dos postreros versos. El poeta sumergido y
hecho carne de madera se transforma vibrando en deseos de seguir
destinos posteriores e idénticos. El substantivo campanas, traído
por sonido, equivale a la forma verbal sonemos con él el poeta
parte a los cuatro vientos de lo real, sumergiendo, chisporroteando,
lanzadamente inquieto y multiforme. Con campanas se simboliza
además entre otras cosas, la recepción de substancias poéticas,
intuidas y vividas, transmitidas acechadoramente, de súbito
desde los puntos todos de la realidad.
El
poeta ha llegado al alma de la madera. En el silencio inerte
de la muerte desamparada y solitaria seguimos sin embargo escuchando
su respiración anhelosa de amor; sinfónicamente como un despertar
de abanico irrumpimos al misterio insospechado de las cosas
muertas y en la tumba de su propio misterioso silencio escuchamos
la música callada y susurrante de la existencia.
en:
Anales de la Universidad de Chile. Estudios sobre Pablo
Neruda. Año CXXIX N° 157- 160. Enero -Diciembre de 1971, Santiago
de Chile.
[*] Reproducido de Poetas y Poemas: Santiago, Ediciones
Revista Universitaria, 1938.