La Actividad Literaria en 1924
(FRAGMENTO)

por Alfonso Escudero

Pablo Neruda (Neftalí Reyes, dicen), el poeta de veinte primaveras que el año pasado entregaba al público un Crepusculario extraño hasta en el formato, ahora publica Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Un paso atrás, a mi entender. El afán de originalidad le corta las alas al verso. La emoción está ausente. Lo único que sale a recibirnos es un portero de librea revolucionaria (también hay libreas revolucionarias), perito en sutilezas e imágenes que algunas veces son bonitas, pero que no nos convencen del todo.

en: revista Atenea, Año II, Marzo 31 de 1925, Núm. 1.


LA ACTIVIDAD LITERARIA EN 1925

(FRAGMENTO)

“Sin mirar hacia ninguna dirección, libremente, inconteniblemente, se me soltaron mis poemas”, declaraba Pablo Neruda con motivo de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924).

Ignoro si su obra de 1925 necesitará de parecidas declaraciones autoexegéticas. Tentativa del hombre infinito es tercera obra de Pablo Neruda, poeta de veintiún años y el más representativo de su generación. Pero ni el apocalíptico Pablo de Rokha está satisfecho. De todos modos, la Tentativa del hombre infinito tiene su importancia. Por lo menos probaría a dónde puede llegar una tentativa…


en: revista Atenea, Año III, Marzo 31 de 1926, Núm. 1.


LA ACTIVIDAD LITERARIA EN 1926

(FRAGMENTOS)

El más representativo de nuestros poetas “nuevos”, Pablo Neruda, nacido a la celebridad literaria en 1923 con Crepusculario, que a principios de 1927 acaba de lanzar segunda edición; en 1926, a petición del editor Nascimento, escribe una especie de cueto o novela corta: El habitante y su esperanza.

Pero el hábil cazador de imágenes nuevas es ante todo, enemigo oficial de la intriga novelesca; y así, después de unas páginas de frescura alada, “nos queda en las manos un libro de papel tiranizado por el prejuicio, esclavo, de la escuela que manda deshumanizar el arte… Asistíamos a una fiesta divina: presenciamos un fracaso humano” (Alone).

(…)

Anillos, por Pablo Neruda y Tomás Lago.

Un paseo del jefe de nuestros nuevos con un discípulo del brazo.

Neruda ya sabe el camino; está en condiciones de decir, al pasar, sin perder el paso, frescas anotaciones líricas sobre lo que se quiera; y, después de oída algunas veces, su palabra rítmica, asordinada, canta, pinta y anima cosas de una incoherencia rebuscada y concluye por semejar una lluvia de chispas.

El discípulo lo acompaña con paso vacilante; y no siempre acierta a llevar la segunda voz a su joven maestro.

en: revista Atenea, Año IV, Julio 31 de 1927, Núm. 5.


Sitio desarrollado por SISIB - UNIVERSIDAD DE CHILE