Margarita Aguirre
cuenta en su libro:
"Neruda
compró la casa de Isla Negra a un español socialista, viejo capitán
de navío, retirado, que la construía para vivir con su familia.
Como la casa estaba a medio hacer, el poeta pudo terminarla a
su gusto; continuó la estrecha ala de cemento con un ancho living-room
de piedra, en el cual abrió un enorme ventanal que causa el asombro
de los arquitectos y entendidos: desde allí pueden verse la playa,
el rompiente de olas, el vasto cielo y una larga extensión de
costa que va hasta el puerto de San Antonio. Entre el living y
el ala de los dormitorios y del comedor hay una alta torre. El
piso inferior de la torre está relleno de conchas marinas y allí
se encuentra el gran timón de un barco junto a un farol que iluminó
alguna callejuela del puerto; en el segundo piso de la torre estuvo
el dormitorio del poeta, dormitorio redondo con ventanas
de mar, que da a un pasillo que luego se ensancha bajo el tejado
y tiene la baranda sobre este segundo piso de la casa se sube
por una escala de cordel, como la de los barcos. Junto a ella
se encuentra La Medusa, enorme mascarón de proa, de madera pintada,
que han roído y desteñido los años y la sal de los mares por donde
abrió la ruta de su barco. En el extremo opuesto del living, y
suspendida de la baranda del segundo piso, está la María Celeste,
mascarón de proa más pequeño. La María Celeste es de lustrosa
madera oscura; su rostro, de una dulce e imperiosa belleza. Al
construir el living, se respetó una gran roca negra que ahora
surge altiva y solitaria en su rincón, rodeada de cacturs y de
plantas que florecen en la tierra que la circunda. El resto del
piso es de baldosa de greda roja. En una de las paredes hay una
gran chimenea; frente al ventanal, una larga mesa de madera maciza,
a la cual solía sentarse Neruda a escribir o a observar con su
catalejo el vuelo de los pájaros.
Diseminados
por la casa hay una colección de barcos en miniatura, casi todos
ellos de gran valor. No faltan, desde luego, la colección de barquitos
armados dentro de botellas, las marinas más diversas, de los más
diversos pintores, el unicornio del narval y los colmillos de
elefante con escrituras antiguas. Un inmenso globo terráqueo descansa
en un rincón. Encima de la mesa hay una brújula china, un sistema
planetario, piedras, pitos marineros, caracoles, libros sobre
pájaros y plantas, narraciones de viajes y las poesías del conde
del Villamediana.
Afuera hay un
mástil con banderas marinas, y a su lado, un tercer mascarón de
proa, junto al cual Neruda se ha fotografiado muchas veces...
"En las arenas
de Magallanes te recogimos cansada,
navegante, inmóvil
bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce y doble
desafió dividiendo en sus pezones...
..." Para mí tú
belleza guarda todo el perfume,
todo el ácido errante, toda su noche oscura.
Y en tu empinado pecho
de lámpara o diosa,
torre turgente, inmóvil amor, vive la vida....
"A una estatua
de proa", Canto General
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