La biblioteca de Pablo Neruda

[Donación]La biblioteca que Neruda donó a la Universidad de Chile, cuenta con libros raros, tal vez únicos, con ediciones autógrafas y manuscritos que pertenecen al patrimonio de la cultura universal. Pero además estas piezas tienen el valor inapreciable de haber formado la biblioteca privada de uno de los más grandes poetas de la lengua castellana. Sus libros hablan de la cultura, de los gustos literarios, las aficiones, intereses y hasta de las pasiones de bibliófilo de Neruda.

El 20 de junio de 1954, la Universidad de Chile recibía la biblioteca y las caracolas que el poeta Pablo Neruda reunió en sus peregrinaciones por el mundo.

En enero de ese mismo año, el rector Juan Gómez Millas comunicaba a Pablo Neruda que el Consejo Universitario, en sesión del 30 de diciembre de 1953, había tomado conocimiento de la donación.

"El Consejo -agregaba el Rector- prestó toda su aprobación a estas iniciativas y me confió el honroso encargo de expresar a usted su más vivo reconocimiento por lo que calificó como un aporte de excepcional calidad e importancia para los estudios literarios que se hacen en la Universidad de Chile, y que sólo la cultura de usted y su amor por ella pudo dar tan acabada forma".

Asimismo, el Consejo autorizó al Rector para invertir las sumas que se necesitaren para la mantención y cuidado de la biblioteca, y para instalarla dignamente.

El día 20 de junio, ya señalado, en la casa del poeta, ubicada en Avenida Lynch 164, Los Guindos, se hizo entrega material de la donación en un hermoso acto académico.

Inicialmente libros y caracolas permanecieron en aquella casa, ya que la intención era constituir allí un centro para el estudio de la poesía, dirigido por el mismo Neruda. Posteriormente, en marzo de 1955 y con el acuerdo del poeta, la donación pasó a incorporarse a la Biblioteca Central, como una colección especial. Allí se habilitó un piso entero del torreón suroriente de la casa central de la Universidad para la instalación definitiva de la donación. El local fue alhajado por el arquitecto Fernando de la Cruz y se abrió a los usuarios en abril de 1956.


Descripción de la biblioteca y sus anexos

La biblioteca comprende cerca de 3.500 obras. La Universidad contrató, como conservador de la colección, a un representante de Neruda, el erudito Jorge Sanhueza, quien junto al personal de la Biblioteca procedió a la clasificación y catalogación de los libros con técnica bibliotecaria.

La colección está organizada en dos secciones fundamentales: los libros que pertenecieron al poeta y la "Serie Nerudiana", compuesta por las ediciones de sus obras en distintos idiomas, y por estudios acerca de la misma. Como había poco material en esta última sección, la Universidad fue adquiriendo estas ediciones, con la ayuda y consejos del poeta.

Mucho más tarde, en el año 1991, el Banco del Estado de Chile adquirió una valiosa biblioteca nerudiana, reunida por un coleccionista particular, para depositarla en la Universidad de Chile, en una sala anexa a la que ocupa la biblioteca del poeta. Esta colección, que recibió el nombre de Banco del Estado. Comprende obras originales y primeras ediciones de Neruda; otras ediciones del poeta; obras completas y antologías; traducciones; obras dispersas y ediciones musicales; revistas con crónicas acerca de Neruda y su obra, y publicaciones hechas en su honor; obras de bibliografía nerudiana; libros sobre Neruda y su obra, y manuscritos y documentos.


Secciones de la Biblioteca de Neruda

Por otra parte, el bibliófilo José Zamudio propuso una clasificación, diseñada especialmente para la biblioteca del poeta.

Siendo Neruda ante todo un escritor - anotaba Zamudio - el material literario es, indudablemente el principal, no sólo por la cantidad sino también por el valor de las obras mismas.

En segundo lugar -proseguía- está la sección de obras sobre ciencias naturales y, dentro de éstas, las que representan las aficiones coleccionistas de Neruda, que fueron los libros sobre los pájaros, peces, conchas y plantas.

Seguían otros temas como la geografía, libros de viaje, de historia y artes entre los cuales también se encuentra material valioso.

Como lo señala Zamudio, la sección literaria es la más extensa, especialmente por el material relacionado con las letras de España, Hispanoamérica, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos.


Algunos libros de especial valor

Se encuentran, en esta biblioteca, por ejemplo, los Triunfos y Canciones de Petrarca, incunable impreso en Italia en 1484, es decir 8 años antes del descubrimiento de América.

Hay también ediciones príncipe de Quevedo, Góngora, Calderón, Lope, Cervantes, San Juan de la Cruz, el Conde de Villamediana, Santa Teresa de Jesús, Garcilaso, Boscán, y muchos otros clásicos. También hay libros autografiados, con dedicatorias a Neruda de otros grandes poetas que fueron sus amigos: García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, pertenecientes a la fecunda corriente literaria que florece durante la República Española.

Rica también es la serie de literatura hispanoamericana, especialmente en lírica. Se encuentran, por ejemplo, varias ediciones antiguas de La Araucana y otras obras de nuestros escritores coloniales: Alonso Ovalle, Lacunza, Molina, el Inca Garcilaso de la Vega, Rosales y Olivares. También están los trabajos literarios que abrieron el camino de la Independencia.

En materia de poesía americana, la colección de Neruda cuenta con primeras ediciones del célebre Azul, de Rubén Darío, publicado en Valparaíso, en 1888. Se conservan además, interesantes ediciones de nuestros poetas, Guillermo Matta, Guillermo Blest Gana y Vicente Huidobro, entre otros, y los borradores de los Sonetos de la Muerte, de Gabriela Mistral.

En la serie Nerudiana se encuentra uno de los pocos ejemplares que lograron salvarse de la primera edición de "España en el Corazón". El mismo poeta cuenta en "Confieso que he vivido" que su colega Manuel Altolaguirre instaló una improvisada imprenta en pleno frente de Este, en un viejo monasterio cerca de Gerona. Allí se imprimió este libro. - "Los soldados del frente aprendieron a parar los tipos de imprenta - recuerda Neruda. - Pero entonces faltó el papel. Encontraron un viejo molino y allí decidieron fabricarlo. Extraña mezcla la que se elaboró, entre las bombas que caían en medio de la batalla. De todo le echaban al molino, desde una bandera del enemigo hasta la túnica ensangrentada de un soldado moro. A pesar de los insólitos materiales y de la total inexperiencia de los fabricantes, el papel quedó muy hermoso".

La derrota militar de las fuerzas republicanas sobrevino poco despues que el libro terminó de ser impreso y encuadernado. Los sobrevivientes del ejército del este, entre ello Altolaguirre marcharon a exiliarse en Francia. En este viaje las columnas fueron bombardeadas varias veces y con ella los libros que viajaban en las mochilas y los sacos de los soldados. - "Más allá de la frontera trataron brutalmente a los españoles que llegaban al exilio - anota Neruda. - En una hoguera fueron inmolados los últimos ejemplares de aquel libro ardiente que nació y murió en plena batalla".


Procedencia de los libros

En su discurso del día de la donación, Neruda contaba: "Recogí estos libros en todas partes. Han viajado tanto como yo pero muchos tienen cuatro o cinco siglos más que mis actuales cincuenta años. Algunos me los regalaron en China otros los compré en México. En París encontré centenares. De la Unión Soviética traigo algunos de los más valiosos. Todos ellos forman parte de mi vida, de mi geografía personal".

En efecto, de China trajo obras de varios autores importantes, algunas en su alfabeto original y otras transliteradas. Entre estas últimas están las del gran poeta Chu-Yuan, y las de Li-Siao y Han Yu, además de hermosos álbumes de pintura.

De su estada en México, entre 1940 y 1943, en que ejerció como cónsul general de Chile y participó activamente en la vida intelectual de aquel país, Neruda trajo también libros valiosos, como las Lusiadas, de Camoens, impreso en Madrid en 1639, y que recibió en obsequio del poeta José Vasconcelos, y el Atlas Histórique, de M.C. y M. Gueudeville, editado en Amsterdam en 1713, en 7 tomos de gran formato.

En el discurso ya referido, Neruda relata: "Una noche en París me festejaban mis amigos. Llegó el gran poeta de Francia, Paul Eluard, al festejo trayendo un puñado de tesoros. Era una edición clandestina de Víctor Hugo, perseguido en su tiempo por un pequeño tirano. Me trajo otras cosas, tal vez lo más preciado de todo lo que tengo". Se refería Neruda a las dos cartas en que Isabelle Rimbaud, desde el Hospital de Marsella, cuenta a su madre la agonía de su hermano Arthur. Esas dos cartas originales, fueron publicadas, con algunas variantes por Isabelle, en su libro Réliques y reproducidas con errores en el Apéndice, apartado IV, de las obras completas de Rimbaud publicadas por la Bibliotheque de la Pleiade.

También trajo de Francia un ejemplar de Une saison en enfer, de Rimbaud, en la edición de 1873, hecha por la Alliance Typographique, de Bruselas, por orden del mismo autor quien nunca pagó el costo de la impresión. Esta tirada se había dado por perdida hasta que en 1914 un abogado y bibliófilo belga, localizó unos pocos volúmenes. El que se conserva en la Biblioteca Central debe ser el único que existe en América.

Hay otras valiosas piezas de literatura francesa en la biblioteca de Neruda, como las pruebas de imprenta de la primera edición de Los trabajadores del mar, de Víctor Hugo, corregidas a mano por el autor, y libros y manuscritos de Lautremont, Verlaine, Petrus Borel, Leconte de L'isle, Marcel Proust y Gustavo Flaubert.

Por último, de la Unión Soviética trajo Neruda algunos libros únicos tal vez en América, como las magníficas ediciones procedentes de todo el mundo, de libros de historia natural.

Neruda fue un apasionado bibliófilo. "Me interné -recordaba en sus Reflexiones desde la Isla Negra- en la selva de las librerías, por los vericuetos suburbiales de las de segunda mano o por las naves catedralicias de las grandiosas librerías de Francia e Inglaterra. Las manos me salían polvorientas, pero de cuando en cuando obtuve algún tesoro o, por lo menos, la alegría de presumirlo".

"Mi biblioteca -apunta el poeta- pasó a ser considerable. Los antiguos libros de poesía relampagueaban en ella y mi inclinación a la historia natural la llenaron de grandiosos libros de botánica, iluminados a todo color, de pájaros, de insectos, de peces. Encontré por el mundo milagrosos libros de viaje, Quijotes increíbles, impresos por Ibarra, infolios de Dante con la maravillosa tipografía bodoniana".


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